Haré preguntas que le haría a un amigo y trataría de contestarlas yo
mismo. Imaginaré que al mirar al espejo estoy mirando a otro y me dispondré a
criticarlo. Compararé lo que hago con lo que aconsejaría hacer y sacaré,
seguramente, un buen escenario en el que comiencen mis luchas internas. Buscaré
el interruptor donde se apagan las hipocresías y el miedo, y miraré
atentamente, con suspicacia incansable. Entablaré una fuerte discusión conmigo
mismo, y estableceré, definitivamente, mi unión, mi coherencia... o mi ruptura
definitiva entre dos carajos que no se hablan.
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