Dame ausencia. Dame
lejanía. Dame distancia irrecorrible. Dame imposibilidad. Deja de extender la
mano, porque tendré que tomarla, acariciarla, besarla. Dame recuerdos,
experiencias pasadas. Regálame una despedida ritual. Conviértete en verbo conjugado en pasado, en mirada perdida, en pasaje secreto. Deja tu estela para
que el mar la borre con el vaivén a que tenga a bien. Comienza de una vez a
habitar mis sueños y a hacer mi voluntad en ese ámbito burlón. Atrévete a dejar
mis brazos, mis labios; a soltar mi mano y voltear la mirada hacia tu destino
frío, concurridamente solitario[1].
Tal vez todo sea una payasada... estas palabras, la sensación, el dolor, pero
bueno, debo comenzar a ocupar mi mente, mi corazón, aunque sea de basura.
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