Y
fue así como las corporaciones farmacéuticas y las cadenas de comida rápida a
nivel mundial se pusieron de acuerdo e hicieron el esfuerzo que estábamos
esperando. Ellos se avocaron a la salud colectiva. Las comidas rápidas
invertirían una millonada para reformular sus platos y bebidas con el fin de
lograr comidas saludables que contribuyeran positivamente al desarrollo físico de
sus clientes. Las farmacéuticas, por su parte, orientarían sus fórmulas para
curar lo más rápidamente posible a los pacientes y coordinar luego con las comidas
rápidas la estabilización de la salud pública, tradicionalmente afectada por
sus productos. Ambas iniciativas validarían la antigua conseja de que la mejor
medicina es la comida. Debido a la nueva empresa de esas organizaciones,
volcadas al bien común por decisión propia, y aún a costa de sus ganancias
tradicionales, hubo una revolución en el bienestar de todos los ciudadanos
afectados hasta ahora, con la consecuente mejora en la percepción de la
colectividad de la imagen de estas grandes corporaciones. Es decir, estos
grupos económicos dejaron de preocuparse por sus propias y exorbitantes
ganancias, para aportar bienestar al ser humano al que le debían sus altos
puestos en la sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario