Perder
el control. La ira amenaza con salir a un muy pernicioso paseo. No sé si pueda
o ceda. Gotas de sudor se deslizan por mi frente y caen en mis pestañas,
mientras el temblor en mis manos cerradas espera a que mis ojos ciegos se
decidan a mirar lo que realmente existe. Un gemido se escapa, mostrando que
todavía hay mucho qué decir, mucho qué gritar en las caras. El silencio casi
absoluto todavía vence al deslave de frases inoportunas, de expresiones dignas
de posterior y seguro arrepentimiento. No puedo hacerlo, no debo. Mi
respiración se calma, mientras le furia se sienta a esperar… sin moverse, sin
retirarse. Tengo mis sospechas, creo saber que no basta todavía, que no puedo
confiar en esta terrible tranquilidad, que es la cárcel abierta de un animal dañino,
herido, que está dispuesto a tirar en el suelo cualquier consideración bien
trabajada en años, cualquier pizca de sentido común… mejor te me quitas de
enfrente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario