No
es fácil. Tiene sentido, pero no es fácil ¿O lo es? Cuéntame de los muros que
levantamos por dentro, dejando ver sólo lo que nuestra supuesta conveniencia
dicta. Repíteme el cuentito de lo que me conviene para examinarlo hasta la
saciedad, hasta que me anestesie y pueda verlo como algo ajeno, abiertamente
criticable. La verdad se me mueve con cada paso que doy hacia delante, atrás a
un lado; incluso, cambia si me quedo detenido, aparentemente paralizado.
Torciones de brazo para saber si no digo algo que sé y que podría aprovechar.
Asfixias ocasionales para examinar cuánto aire necesito realmente. Me parece
que estoy aprendiendo a respirar con menos aire. Casi puedo afirmar que puedo
vivir con mucho menos cosas blandas de las que calculé al principio. Sin
embargo, a medida que descubro, descubro que me aislo, que mis “lo bueno” y “lo
malo” son otra cosa, que están fuera de lugar cada vez, que no hay contexto
para ellos. Exceso de palabras, esguinces gramaticales torturan al oído
primitivo que tengo ahora. Argumentos sin argumento mortifican a quien siente,
a quien sólo desea sentir bien. Caminaré por caminos no diseñados para pasear;
veré paisajes olvidados por el comercio de almas; beberé de aguas con cuya
contaminación comulgue. No es como dejarse llevar. Realmente, es como llevar
una cabalgadura fiel, aunque fuerte y caprichosa. Difícil el viaje, pero parece
que el destino se parece más a mí que el camino. Ya veremos…
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