Pasé al lado de la negra más linda de la
fiesta sin darme cuenta. Pero algo me hizo voltear a ver y esos ojos marrones
claros me abofetearon de lejos. Agarré de nuevo mi trago de ron, pero esta vez
tembloroso. Bebí un sorbo pasado con la intención de parecer hombrecito delante
de aquella hembra, pero sólo logré derramar el elixir en mi camisa sudada. Las congas
y los bongós sonaban en un ritmo lento, sin melodía alguna, mientras la diosa
que me miraba hacía un ratico comenzó a sonreír. Me miraba, no sé si con curiosidad
o morbosa intención intimidatoria, pero seguro estaba yo de que no era por gusto. Otro
trago la ocultaría detrás de mi vaso por pocos segundos, pero aún después de bajar el vidrio, ella permanecería muy cerca, esta vez con un movimiento de su cintura
asesina, de su torso serpentino, encantador, hipnotizante… y venía caminando
para acá.
(Se lee mejor si se escucha: http://www.youtube.com/watch?v=eCgHIAiScOk&feature=related)
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