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sábado, 14 de abril de 2012

Juan,Pedro y José: Siempre lo supe.


Juan era un joven activo, movido, atrevido, peligrosamente decidido a actuar. Sus notas fueron fluctuantes, dependiendo de qué materia le interesaba. En los empleos no había mucha estabilidad, aunque si mostraba un progreso profesional indiscutible. La duda nunca ha sido parte de su menú. El respeto exacerbado por si mismo no tenía discusión.

Pedro era un joven más bien analítico, reflexivo, aplomado, no muy eléctrico al momento de decidir; prefería, claro, esperar de un día para otro para consultar con su almohada el próximo paso. En sus empleos se ganaba el respeto de cada compañero y supervisor, aunque su visión personal lo llevaba a discusiones apasionadas de cómo debían ser la cosas. La duda era componente imprescindible para redondear sus criterios, haciéndolos más firmes cada día. El respeto por si mismo era una constante, que aunque podía aceptar duras críticas con amabilidad, siempre dejaba establecido su punto de vista con claridad y elocuencia.

José era un joven tímido, ensimismado, muy inteligente, aunque no siempre lo demostraba en su contexto. Guardaba muchos temores desde pequeño, lo cual producía una natural inseguridad al momento de actuar o de manifestar algún criterio, aunque lo hubiese trabajado por días. Tendía a duran mucho en cada empleo; de hecho, tuvo muy pocos empleos hasta el momento, en los que prefería aferrarse por seguridad, por estabilidad, por tranquilidad. La duda tenía, más bien, un papel pernicioso en su vida y frenaba los avances que por su capacidad coartada por él mismo podría lograr. El respeto por si mismo era cuestionable, hasta el punto de no conversar al respeto.

Estos tres tipos vivieron sus experiencias respectivas durante varios años luego, y fue necesaria, por parte de cada uno, tomar una decisión que cambiaría o haría dar un salto importante en cada una de sus vidas. La decisión fue tomada por los tres, y en medio de las posibilidades de ganar o perder, veamos lo que, en retrospectiva, los analistas opinaron en cada caso.

Juan ganó: Era de esperarse. Este hombre, desde muy joven, demostró el fuelle, el espíritu, el desprendimiento para lograr lo que logró. Este tipo siempre fue un soñador, un aguerrido afortunado que hizo su sueño realidad. ¡Felicitaciones a Juan!
Juan perdió: Era de esperarse. Era un loco, un desconsiderado. Esa manera de llevar la vida no podía terminar de otro modo. No puede lograrse nada si no analizas las cosas de una manera conciente. Qué lástima.

Pedro ganó: Era de esperarse. Este muchacho, de una manera muy equilibrada siempre tuvo la capacidad de medir los riesgos, y fríamente, saber que y qué no hacer. Pocas veces se nota este tipo de inteligencia en las personas. Definitivamente admirable.
Pedro perdió: Era de esperarse. Él tenía muchas posibilidades de ganar, pero esos momentos de titubeo que yo le veía fue lo que al final lo perjudicó. De verdad que no pensé que fuese a fallar, pero ahora veo muy claramente la debilidad que lo liquidó. Al final, nada nuevo.

José ganó: Era de esperarse. Este muchacho siempre cumplido, que navegaba en el torrente que lo rodeaba, aprovechó los aportes que le pasaban por el lado y los tomó para sí. Está claro que se pasó la juventud empollando el éxito. Sin mucha algarabía, mira lo que se traía entre manos. Yo sabía que esta explosión de triunfo tendría su momento para salir de la oscuridad y lo hizo. Impresionante…
José perdió: Era de esperarse. Con esa manera de ser sumisa, introvertida, sin interacción con el ambiente que debía conquistar, no podría acarrear otra consecuencia, sino el fracaso. No sé ni para qué analizamos este caso, que estaba perdido desde el comienzo.

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