Hacía la fila mirando hacia atrás. La
vi en el andén varias veces, mientras llegaba el tren. No quitaba la
mirada de la escalera que bajaba, como esperando a alguien que afectó
su vida. Casi en medio de lo enfermizo, ni se daba cuenta de que la
cola avanzaba, siendo advertida siempre por quien le seguía. En
distintas ocasiones, mientras yo bajaba por las escaleras, sentía el
barrido agudo y fugaz de su mirada escrutadora. En estos días la vi
de nuevo, haciendo la cola como todos los demás; seria, cabizbaja,
ya sin búsqueda. Seguro ya su curiosidad murió. Quizás la
respuesta seca y definitiva acabó con su esperanza. Tal vez el dolor
rozó su alma y sólo queda pendiente la curación. Nunca lo sabré.
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