¿Por
qué no pensar como joven, sobre todo cuando se es joven? ¿Por qué no ejercer el
arrojo del joven al pensar, al hablar, al hacer? ¿Por qué no porfiar con la
fuerza, con la convicción joven del joven? ¿Por qué no otorgar el derecho de
gritar a los cuatro vientos las verdades que el joven acoge en su interior?
¿Por qué el empeño de tronchar el impulso, intentando, desesperadamente,
inyectar experiencias ajenas, bien intencionadas, pero siempre resultan odiosas?
¿Por qué carajo el intento de sobreprotección mutiladora, enceguecedora,
estranguladora, que no deja aprender al ritmo que les dé la gana? Habremos de
dar un paso atrás y escuchar. Habremos de abrir los ojos, aprovechar, mientras
se cierra la boca, de aprender de la generación que viene repleta de nuevas
ideas, de sueños, de lenguajes, y así dar buen oxígeno a la familia, a la
sociedad. Seguramente haremos mucho más con una seña desechable que con un
discurso grandilocuente. Que se jodan, claro, pero contra el suelo no golpearán…
porque allí estaremos nosotros.
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