¿Para
qué preguntas? Pues, para escuchar de mí lo que temes responder por tu cuenta.
¿Por qué dudas? Ha de ser porque no se te han ocurrido las preguntas
suficientes aún. Quieres sacar de mí las palabras que te persiguen en tu cabeza
cuando ya no hay ruido, cuando ya no hay luz, con la creencia de que así será
mejor, menos punible. Quieres escribir en cada pared que no eres quien dices
ser, pero con mi mano. Me tienes como instrumento brutal de tu honestidad
agazapada. Soy siervo de tus deseos inéditos, cuestionables. Soy el puente a la
libertad que nunca será transitado. Soy sólo, lamentablemente, un mensaje en tu
botella, que también naufragó en un desierto.
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