Perdí la capacidad de sorpresa. Claro
que sí. Ya nada me hace pelar los ojos, abrir la boca o exclamar
“¡coño, no puede ser!”. Ya todo fue calculado. Ya todo tiene su
orígen plenamente identificado y no me tomará fuera de base en
adelante. Pónganme cualquier situación enfrente y atomizaré al
instante sus componentes, devolviéndoles un esquema irrefutable de
por qué ocurrió. La novedad es cosa del pasado, de la ignorancia o
la indiferencia. Lo inexplicable se lo dejo a los de menor capacidad.
Lo sorpresivo sólo está destinado a ustedes, mis estimados vecinos.
Yo, por mi lado, les deseo mucha suerte en este, su mundo de
ingratitudes y apariciones bruscas de siempre... (y en medio de tanto
verbo engolado, se abre a puerta) ¡¡Coño!! ¡¡No puede ser!!
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