Voy a estallar. Te juro que un día de
estos no me la calo más y voy a gritar lo que me dé la gana. Me
quitaré los lentes, me despeinaré un poco y aflojaré la corbata...
y ya vas a ver. Voy a dejar esta posesita ridícula que sólo me
sirve para permanecer. Sin estructurar discurso alguno, te lanzaré
las palabras que me den la gana para descargar todo este veneno que
vienes sembrando; tu cosecha se acerca. Al fin sabrás lo que pienso
realmente de ti, más allá de la cortesía de cartón, de este
saludo adrede. En un par de días, seguramente tendremos la capacidad
de ser honestos en extremo, por una vez en la vida. Después... después haz lo que debas hacer.
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