Mensajes equivocados. Ojos que hablan mientras
se cierran y tratan de ignorar el entorno. Labios que hablan sin emitir sonido,
como si supiesen que sólo fueron enviados a decir “no” por el testaferro de la
frialdad, de la moral curiosamente entendida… ésto mientras sonríen con
espectáculo sin igual. Mensajes equivocados, ¿pero cómo no? Si el beso sucede a
la razón, a un argumento brillante sacado de la manga y caído en el suelo.
¿Equivocado? No sabría decirte… equivocado suele ser quien encuentra lo que no buscaba,
o viceversa. No creo que sea el caso, ¿cierto, amada mía? Mensajes equivocados,
mensajes en el que el mensajero original muere de hambre y un pícaro aliado
recoge el legado y nos baña como con agua tibia. Mensajes equivocados, más bien
los que siempre se han escuchado y al final de cada historia se descubre como
una farsa, como una estafa de costosas consecuencias. Habría que examinar bien
el ya trillado tema del bien y el mal, de lo que se debe y no, de lo que hace
vivir y lo que mata tan lentamente que a veces pareciera el más puro transcurso
de una vida normal, más fría de lo que debiera, más seca de lo que pudiéramos
merecer.
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