No
quiero tu opinión; quiero que me cuentes los hechos. No quiero tu interpretación;
yo aplicaré la mía. Ya me cansé de esta dependencia infinita que tengo de tus
criterios, de tus argumentos. Déjame probar la verdad de primera mano y hacerla
mía. No deseo repetir más, como loro obediente, las palabras que confeccionaste
para mí. No quiero que intentes protegerme más de vivir mi propia vida, cayendo
y levantándome por mis propios medios, con mis propias fuerzas. No tengas miedo
de que avance distinto a ti, porque ya descubrí que no somos la misma persona. Así
que, por favor, apártate y deja que pruebe mis propios platos agridulces.
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