Este amor tan
loco, tan explosivo, tan avasallante. Tremendo amor, este. Siempre guiándose
por la fuerza de la pasión, del deseo de hacer cosas siempre, de brincar,
gritar, sudar. Siempre guiado por el calor sensual de nuestra presencia. ¿Para qué
tanta pensadera y previsión, si la vida es ahora? Cerremos los ojos y corramos
como ciegos en su oscuridad, que todo nos favorece; mira que el universo se
enteró de nuestro amor y nos apoyará sin preguntar. No seguiremos receta sabelotodo:
nosotros somos únicos, irrepetibles, y si alguien no lo comprende, es porque
seguro está equivocado o se muere de la envidia. Fíjate que hasta ahora nos ha
ido perfectamente; de hecho, mi amor, son los mejores siete días de mi vida.
Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"
jueves, 28 de febrero de 2019
Te amé con toda el alma
Al fin te había encontrado. Te amé “con toda el alma”.
Te quise con desesperación. Cuando no estaba contigo, no podía respirar bien. Me
despertaba en las madrugadas y te buscaba en la oscuridad. Eras mi vida, más
que mi media naranja, mucho más que mi compañía perfecta para siempre. Pero fíjate,
con todos estos fuegos artificiales, con todo el festejo y la tremenda expectativa,
y todo terminó. Ahora te odio “con toda el alma”. Al final resultaste no ser lo
decente y dedicada que yo necesitaba que fueras. Fuiste una más de mi larga lista.
Qué desengaño tan fuerte fue darse cuenta de que lo que uno anhela no está al
alcance de la mano. No sé qué pasa con la magia, que no se muestra y se queda a
mi lado permanentemente. No sé qué pasa con esa mujer perfecta que he esperado
toda mi vida. De repente se me antoja que todo el mundo, todo lo que me rodea
está equivocado, que no me comprende ni me merece. Estoy determinado: no dejaré
que el entorno me amilane; no me rebajaré a recibir cualquier cosa sin que se
pruebe su compromiso, sus ganas de hacerme feliz.
miércoles, 27 de febrero de 2019
Flor de alcantarilla
Flor
de alcantarilla. En la oscuridad, lejos de la vista de quienes te necesitan. En
el silencio, apartada de quienes necesitan escuchar de tus días. Al margen, en
medio de tanta pestilencia que no deja distinguir tus aromas. Ya todo cambió.
Ya nada es como cuando aparecieron las flores. El entorno se volvió tan turbio
que todos miran hacia otros lados más brillantes, con más colores que los
tuyos, con sonidos confusos, comparados con tu consabida quietud. Ya nadie te
admira, ya nadie sabe que existes en su realidad; de hecho, la mayoría solo te
conoce por las gráficas parpadeantes y acomodaticias de los fabricantes de
ilusiones. Eres uno de los seres que insiste, sin saber, con tu existencia azarosa,
en mostrar un mensaje implícito e ininterrumpido sobre las posibilidades que
siempre existirán de vivir en un mundo de equilibrios mágicos, de flujos
milagrosos que dejarían pasmado a cualquiera de los pensadores de siempre, a
los vendedores de verdades retorcidas y embusteras. Sabemos que hay muchas como
tú. Ya confirmamos que están dispersas por todo el mundo y que, sin la
intención de resistir, les basta emitir ese mensaje silencioso, perfumado e
iluminado que la gente hastiada aguarda con esperanza. Pero también sabemos que
el cambio no vendrá escondido entre la pasión desmedida, con venganzas ni con
imposiciones. Por eso, lo delicado de la misión. El avance de los
acontecimientos se verá permeado por la torpeza, por la desmesura, por la
presión de lo inmediato. Una y otra vez se repetirá la historia hasta que las
flores se junten, silencien las mentes atosigadas y se produzca, al fin, el
darse cuenta, lo sencillo de todo el cuento y el gozo sin complejos, sin esfuerzos
ni resistencias. Será el comienzo de todo. Tendremos una oportunidad más. Será
una vuelta más de esta ruleta de miles de años que ya no puede más. Pero, por
ahora, no te entusiasmes mucho. Por ahora, queda camino por andar, sensateces
por conseguir, heridas por sanar. Por ahora, queda bastante locura por ejercer e
ingentes recursos por malgastar. Por ahora, no se conoce la solución y deberán
seguirse quemando los cartuchos a la mano. Por eso es que, aún dormidos, allá
afuera todos tomarán una bandera distinta cada día y seguirán matando a sus
hermanos.
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jueves, 21 de febrero de 2019
¿Honesto yo?
Ya casi no me
hablo. Me miro y paso de largo. Me da una ladilla pesaísima decirme mis cosas
en la cara. De hecho, a veces me pregunto cuál es el peo, pero, pensándolo
bien, no lo sé o no quiero saberlo. Mientras mi silencio se prolonga y el corte
de la comunicación conmigo mismo va a las mil maravillas, me va dando gripe,
luego sarpullido y finalmente el divorcio. Debo hablarme de nuevo. Debo reintentar
saber en qué ando internamente. Escuchar a tanta gente allá afuera no me ha
servido de mucho, a pesar de la buena intención de algunos. Durante dos noches
que llegué a la casa solo y antes de dormir (solo) apagué la luz para ver qué
salía, pero solo salieron las canciones nuevas de reguetón, mientras me
acordaba de las rumbas buenísimas a las que iba. Pero no quiero hablarme. No quiero
escucharme. El diálogo sigue roto. La peor separación es conmigo mismo, y
siento que voy a reventar si no resuelvo esto. La inconciencia me partió en
dos: en el que jode y en el que sufre, y mientras estos dos mequetrefes no aprendan
a quererse de nuevo, creo que estaré irremediablemente jodido.
miércoles, 20 de febrero de 2019
Perro equilibrio
Desgraciado el balance que debo mantener para poder dormir
en paz. Perro equilibrio que tengo que cuidar para caminar sin miedo. Es un
promedio calculado entre altas y bajas de un carrusel que no solicité. Es navegar
entre emociones ingobernables que empujan para arriba y luego halan hacia
abajo, no se sabe con qué aparente despropósito. Tengo pereza de luchar contra mis
problemas apenas aparecen y estos luego forman una ola que se estrella contra
mi pecho y me deja tirado en el suelo cada vez, lamentando no haber actuado,
como dicen, “correctamente”. Me caen recetas del cielo, prescripciones
impelables de las viejas cacatúas, panaceas invencibles de los entendidos en el
tema, pero nada: no agarro ánimo. Aunque estoy harto de las sustancias y las
personas nocivas, estas son las que saltan a mi lado cuando chasqueo mis dedos.
¿Qué no son buenos? ¿Y quién lo es? No encuentro otras válvulas de escape para
lograr el nivel adecuado de silencio, manquesea por un ratico, para evitar
reventar por la presión del camino. Que vivo distraído de la realidad, dicen,
pero mi realidad parece ser esta, la de correr y correr sin parar, la de cerrar
los ojos por un rato, buscando una trinchera para el reposo anhelado, arriesgándome,
lo sé, a que se convierta en mi tumba.
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jueves, 14 de febrero de 2019
Tiempo para meter la pata
Hay un
tiempo para hacerle berrinches a la vida. Hay un tiempo para llorar hasta
secarnos. Hay un tiempo para enamorarnos “perdidamente” y luego para el guayabo
mocoso asociado. Hay un tiempo para salir preñados con pasión. Hay un tiempo
para decir lo que pensamos, exactamente como lo pensamos, sin miramientos o
filtros. Hay un tiempo para insultar al otro, para faltarle el respeto así o de
cualquier otra manera. Hay un tiempo para pedir perdón arrastrándonos por el
suelo que pisa, hasta que digan que sí. Hay un tiempo para el rencor con
derecho, para escupir a las caras, para “acabar con ellos”. Hay un tiempo para
caer, levantarse aparatosamente y volver a caer miserablemente. Hay un tiempo
para enterrar a otros para subir nosotros solos. Hay un tiempo para blandir la
espada y cobrar víctimas. Hay un tiempo para permanecer en el suelo, diciéndonos
y tratando de convencer a los demás lo desdichados que somos, lo abandonados
que estamos y lo necesitados de que alguien perfecto que nos salve y se quede
con nosotros. Hay un tiempo para todo eso, para correr con los ojos cerrados,
para apuntar sin saber adónde, para invertir tiempo y esfuerzo en empresas
perdidas antes de nacer. Hay un tiempo para todo eso, pero ese tiempo no será
hoy.
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sábado, 9 de febrero de 2019
Ya vivo en otro mundo
El mundo
alrededor se está poniendo harto fastidioso. Ya las cosas no me resultan fáciles
y automáticas como antes. Se me caen los objetos de las manos, tropiezo con los
muebles y no logro dar con el porqué. Mis cálculos del espacio ya no son
eficientes: debo replantearlos cada vez, conscientemente, para no quedar como
un tipo torpe ante la audiencia. Mis disertaciones se ven pobladas de palabras
que se olvidan en el justo momento —afortunadamente, siempre alguien me
completa la idea—. Muchas cosas que ya no recuerdo ocurrieron recientemente,
mientras me aferro a algunos recuerdos, reflexiones y revelaciones del pasado. Muchas
cosas por el estilo me hacen detenerme y reconsiderar el escenario actual, y
pareciera que varias alarmas tocan la puerta para que inicie inmediatamente los
“tratamientos pertinentes”… tú sabes: hay que cuidarse. Pero chico, a la vez
que mis días dan una voltereta a la que debo reajustarme, siento menos apego
por muchas cosas de ayer. Podría ser que extrañe correr, saltar o subir un
cerro usando las manos, eso está lejos de haber marcado mi vida, por lo que no
puedo extrañar lo que fue escaso. Sentarme frente a la naturaleza verde y
marrón, gris y azul, durante ratos de contemplación se ha instaurado como mi
nuevo pasatiempo, como el medio para la nueva búsqueda de lo que no se puede
percibir con los sentidos. Esto me pudo sonar bastante ridículo cuando era
adolescente, pero ahora, definitivamente, no lo es. No sé si soy otro más
interesante que antes o soy solo yo mismo, sin la carga de basura recogida mientras
corría, saltaba o escalaba… mientras viajaba tan veloz que no veía por dónde
pasaba.
Se atascó el universo
Se atascó
el universo. Eso parece. Necesito que algo funcione bien ahorita mismo;
necesito que pase algo bueno. Necesito sentir que nadie con poderes
sobrenaturales se arrechó conmigo. La cosa no fluye. Regalos sin sonrisa,
compañía sin abrazo, invocaciones sin respuesta. Siempre pensé que este negocio
debería ser un intercambio: no un regalo, no un hurto, no un impuesto, y ahora mismo
me siento estafado. Ya sabía, claro, que no había garantías —lo que lo hace más
fascinante—, pero carajo, todo ha ido bastante lejos y ya perdí de vista los
descuentos, las ofertas y los financiamientos a los que el contrato invisible
me daba “derecho”. Sin embargo y porsia, me quedaré por aquí un rato más, bajo
protesta, con algo de esperanza, a ver si se cumple algo de lo esperado o, al
menos, si llega un cambio en mi percepción que me deje tranquilito.
lunes, 4 de febrero de 2019
Esto no es una manzana
Esto no
es una manzana: es la imagen de una manzana. Usted no se la puede comer. Y así,
como esto no es una manzana, una imagen de yeso no es un dios, una casa bonita
no es un hogar y una paca de billetes no es la felicidad. Nos encantan los
apuntadores, las señales, los medios. Y en ese paseíto tan entretenido, se nos
olvidan los fines, los objetivos, los llegaderos. Distraídos, como somos, no terminamos
de cruzar el río, sino que nos quedamos matando a los cocodrilos… para siempre.
Y como medio no es fin, sin darnos cuenta nos quedamos dando vueltas en la
ilusión de que avanzamos. Entre espejitos y luces de colores nos hacemos los
locos, como si la magia engañosa no fuese a terminar nunca. De pronto un día,
entre la locura y los desvaríos de la escasez final, nos sorprendemos abrazados
a una estatuilla, en una casa vacía y dándole un mordisco a la foto de una
fruta.
El sistema está podrido, ¿no entiendes?
Si el
sistema está podrido, no importará si aprueban una ley. Si el sistema está
podrido, no importará si meten preso al presidente por corrupción. Si el
sistema está podrido, no importará que construyan 10 canchas deportivas. Si el
sistema está podrido, no importará que descubran y encierren al fin a un
empresario ladrón. Si el sistema está podrido, la verdad no importará si tienes
los sueños más valiosos que pudiste concebir. Si el sistema está podrido, ni
siquiera importará tu raigambre o tu interés en el terruño. Si el sistema está
podrido, no importará tampoco que te hayas levantado tempranito todos los días. Si el sistema está podrido, no importará la abnegación, el
compromiso y la entrega de unos cuantos. Ocurre así mismito, como cuando se
pudre la comida, cuya única solución es volverla a hacer… ¿voluntarios?
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