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sábado, 19 de octubre de 2019

Se abrió una puerta nueva

Se abrió una puerta nueva. Se abrió entre señales cada vez más fuertes y repetitivas de que se podía abrir. Pero las susodichas señales no fueron atendidas por el más interesado, y como suele pasar con la altanería disimulada y el desdeño de lo que se asoma para advertir, comienza a temblar. Sin embargo, la historia no es tan corta, tan simple, tan yo te lo dije. El torrente de la vida “civilizada” te llama desde pequeño a sus filas y te lleva a alinearte incondicionalmente. Sin embargo, uno manifiesta sus objeciones, sus desacuerdos; pero al final del martilleo en contra, el viejo sistema de pensamiento y acciones te llevan a ponerte de rodillas de alguna manera, aunque esta sea invisible; aunque no puedas verte en tal posición de derrota, terminas caminando de rodillas, y como todo el que camina de rodillas, cualquier recorrido duele más, cansa más. Incluso los recorridos que se hacen por amor, con amor, lesionan más. Y es como un día te despiertas después de tanto obviar los mensajes de aquí y de allá, sin haber dormido mucho, con el cuerpo chillando y en apariencia despistado ante lo que ocurre. Aunque no se es culpable hasta que se muestre lo contrario, mira que las pruebas sobran… solo levanta la alfombra y tendrás un expediente completo de atentados a la salud propia y a la de los que te rodearon. No está fácil. No está nada fácil. Ves el panorama de demencia y temes que algo de esa enfermedad se te haya quedado pegada en el talón. Después de regar la patología  cada día, sin falta y a pesar de las quejas, resultaría terrible que seas parte inseparable de la histeria colectiva que percibes alrededor y que, como con las mafias y bandas, sabes tanto que no puedes salirte para vivir lo que vendría siendo tu propia vida. Da ganas de intentar, con algo de tacto y sin arrancar la piel, diseccionar la gran torta que hemos puesto y separar lo favorable de lo pernicioso para quedarme solo con lo bueno. Pero esa opción aparece también algo ilusa, como jalada por los pelos, sabiendo que el entorno no te entenderá, que quien te estima no te entenderá, que quien te ama no te entenderá. Se ha abierto entonces la puerta que da a la honestidad y a la intolerancia a lo intolerante, y por ahora no puedo o quiero cerrarla. Por otro lado, ahora mismo y ante la imposibilidad de regresar a lo mismo de siempre, ante la certeza de perder mucho de lo que he amado, no queda más que comenzar la disección.

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