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martes, 8 de octubre de 2019
La válvula
Día
con día, va subiendo la presión. El devenir de las horas no pinta nada fácil.
La semana se va llenando de plomos en el ala hasta dejarnos agotados en el
suelo. Es entonces cuando es hora de buscar, tal vez con la mano, a ciegas, la
válvula que nos liberará del aprieto en el que nos metimos. Comienzan las
excusas, desfilan las opciones de desfogue. Unos bailan, otros se embriagan,
muchos salen corriendo a practicar su “hobby” de turno. Y de verdad se siente
bien. Se siente como que estamos viviendo la vida como es debido, a fin de mes,
con la quincena, de vacaciones. Pero mirando de lejos, solo parece un rebote
monótono entre la tensión debida, normal y hasta soñada de ser adultos, y la
dosis de locura necesaria para seguir ese trote. Como todo golpeteo, mientras
más presión, más locura en respuesta. Por muy de moda que este zigzag haya
estado en las últimas décadas, y por lo que se exhibe en las salas de hospital
o en las gavetas de las medicinas, no hay nada que celebrar. Esta rutina no
parece producir nada que merezca un premio. Nada cambia. Ya viene el lunes fastidioso…
ya viene el viernes de gozadera, de liberación. Nada parece poderse visualizar
más allá del estallido de la próxima válvula, del próximo escape, porque lo
cierto es que la vida se tornó tan insoportable que necesita un alivio salvador
obligatorio cada ciertos días.
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