Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"
martes, 29 de octubre de 2019
Impostor a la medida
Uno
cuando estoy contigo, otro cuando estoy solo, otro más cuando estoy con ellas,
uno más cuando estoy con ellos. Soy tantos según la ocasión que ya no recuerdo
cuál soy, quién soy, cómo soy en realidad. Esta dualidad multiplicada adquirida
a medida que pasan los años me resulta una capacidad venida a menos, una
mimetización sin propósito, un disfraz raído. Como suele pasar con muchas
mentiras a la vez, son tan difíciles de sostener que se caen en el lugar
equivocado, en el momento menos adecuado. La confusión me tiene loco. Mezclo
las ocasiones y comienzan a salir retazos del monstruo aquí y allá, ya sin
control, como si un poder ajeno a mí se olvidó de mi plan de ajuste y me puso de
marioneta definitiva, como el producto perfecto de la falsedad y ahora, colgado
en la oscuridad, no sé cuál de mis historias creerme.
Ver todo en blanco y negro
Ver
solo
en blanco y negro. Hasta suena a discapacidad. Hasta huele a moralidad rancia. Definitivamente sospechoso. La incapacidad para notar los matices en todo lo que ocurre, para darse cuenta de que las cosas no deben ser o totalmente buenas o totalmente malas, solo dan lugar a una compulsión, a un nervio extraño, a una patología; en el menor de los casos, a una conducta que levanta ojeriza. Suena a la miopía que produce una desilusión pasada pero no superada. Tiene eso pinta de cualquier cosa, menos de comportamiento ajustado a cierta realidad que, aunque desborde toda la dificultad antes desconocida, no deja de merecer una mirada calmada, sobria, en silencio. Así que… que te aproveche tu voluntario y apasionado daltonismo de grises.
en blanco y negro. Hasta suena a discapacidad. Hasta huele a moralidad rancia. Definitivamente sospechoso. La incapacidad para notar los matices en todo lo que ocurre, para darse cuenta de que las cosas no deben ser o totalmente buenas o totalmente malas, solo dan lugar a una compulsión, a un nervio extraño, a una patología; en el menor de los casos, a una conducta que levanta ojeriza. Suena a la miopía que produce una desilusión pasada pero no superada. Tiene eso pinta de cualquier cosa, menos de comportamiento ajustado a cierta realidad que, aunque desborde toda la dificultad antes desconocida, no deja de merecer una mirada calmada, sobria, en silencio. Así que… que te aproveche tu voluntario y apasionado daltonismo de grises.
lunes, 28 de octubre de 2019
Creí que era el único
Creí
que era el único. El único que se ponía triste a veces y lo escondía; el único
al que la preocupación le pegaba en la panza y lo mandaba para el baño; el
único que sentía que siempre faltaba algo y no sabía qué; el único que no le
veía sentido a la mayoría de las cosas y sin embargo las seguía haciendo por
años; el único que se recriminaba en secreto; el único que tapaba sus miedos
con maltratos a los demás; el único que buscaba un culpable allá afuera; el
único que buscaba la perfección sin saber qué era eso; el único que siente que nadie
le para bolas y que nada vale la pena… pero aparte de no ser el único, me asomo
por la ventana en cualquier momento y puedo ver el tremendo ejército de la desilusión.
domingo, 27 de octubre de 2019
No te cuelgues
Siempre
estaré para ti. No albergues la menor de las dudas. Es un placer devolver parte
de lo que me has dado, de lo que soy. La gratitud es un ejercicio que me
agrada. Pero por favor, no te cuelgues. No dejes caer todo tu peso sobre mis
hombros porque entorpeces mi paso y nos podemos caer; déjame conservar ese paso
que me ayuda a tener el impulso necesario para ayudarte mientras construyo mi
camino. Te pido, con la mejor de las voluntades, que me ayudes a ayudarte, que
no agotes la energía que nos ayuda y nos mantiene unidos, porque entre mi frustración
y tu desilusión el futuro se empaña de contrariedad y dolor. Te mando un
abrazo.
Ser padres ahora
Ser padre
ahora. Perder el primer round obligado contra las pantallas y sus mensajes
destructivos. Ser agarrado fuera de base por las influencias sociales que
tienen un pie dentro de tu casa. Lidiar contra el peso de tu propia crianza y
tratar de embutirle las maneras de hace unos treinta años. Bajar las defensas y
la dignidad ante el temor del abandono futuro de parte tu única razón para
vivir. Creer en el tiempo infinito para hacer “entrar en el carril” a la
criatura ya grande, en medio de intentos ingenuos, lentos, insustanciales. Fomentar,
sin saber, la tiranía de quien no vio en ti sino un proveedor sin compromisos a
cambio. Mostrar ilusamente la moral de las banderas apasionadas del bien y el
mal sin los matices ni las consideraciones del caso. Sembrar con ojos ciegos el
trauma futuro y el perdón que tardará en llegar. Vaya empresa.
Déjame sentir el futuro
Déjame
ver el futuro. Déjame mirar hacia adelante con la claridad y el color que
siempre soñé. Déjame gozar del sol del amanecer de ahora en adelante; sentir el
calor en la piel y sentirme parte de algo mayor, de algo a lo que pertenezco
desde antes, desde siempre… algo a lo que no soy ajeno, pero que hasta ahora ha
estado vedado para mí. Déjame caminar sin estudiar el rumbo, sin calcular el
destino, sin atascarme en los riesgos. Déjame probar qué se siente saberme
capaz después de haber probado la derrota por un rato. Déjame andar solo,
libre, expuesto; responder al cada desafío con el extraordinario instinto que tengo
como aliado. Puedo, ahora mismo, recoger lo que necesito para el viaje, y con
tu bendición, comenzar a escribir mi propio relato, mi propia aventura. No te
opongas y anda: échame la bendición.
viernes, 25 de octubre de 2019
Ángeles aislados
Ángeles
aislados. Cada uno separado del otro, lejos del otro, librando solos su propia
lucha; intentando, incesantemente, cumplir su misión. Se dan cuenta, preguntan,
corren, cumplen. En medio del cansancio que parecen no acusar, un día tras
otro, aportan mucho más que un grano de arena por el bienestar del otro, de su
prójimo. Desde afuera, la misión parece ingrata. Sin embargo, estos ángeles parecen
cargar combustible de alguna fuente para muchos desconocida. Esta gente de
verdad le echa pichón a eso de ayudar, de no dejar solo a nadie, de no permitir
que la inercia y la indiferencia se salgan con la suya. Entre bambalinas los
veo cansados, extenuados, casi por darse por vencidos; sin embargo, por razones
del impulso superior, la tarea se ejecuta y se termina, cada vez, con grato
resultado. Hay que hacer que nazcan y se acerquen entre sí estos querubes para
que su fuerza conjunta irradie más y mejor energía, disposición, decisión, al
entorno que normalmente pide su colaboración con esto y con aquello. Hay que
hacer que esa unión entre ellos y los otros de más allá se convierta en una
fuerza invencible de ayuda para los demás; pero también para ellos, quienes son
los que se levantan todos los días con un pendiente inmenso y que parece, desde
afuera, que sin ayuda y sin cohesión con el resto de sus compañeros, no podrán
coronar el objetivo final de la salvación.
Me movieron
Fui
movido. Una fuerza superior a mis percepciones acostumbradas me dio vueltas y
caí distinto. Ya no se ven las cosas como antes. La perspectiva es nueva,
confusa, a veces engañosa. He tenido que tomar medidas para poder avanzar, para
seguir adelante desde este punto de vista. Ahora debo reconsiderar lo que
escucho, lo que veo. Debo virar la cabeza para ver, desde esta posición, todo
desde el comienzo. Antes de emocionarme o afligirme como en el pasado, me estoy
dando un poco más de tiempo para saber de qué se trata el asunto realmente. Antes
de salir corriendo y armar trifulca, apaciguo los caballos salvajes y luego veo
si vale la pena, o cuál sería el camino menos desgastante o lamentable a seguir.
No puedo decir que rechazo esta nueva mirada de la vida. Ya me he llegado a
sentir enratonao por las maneras anteriores de actuar. Al final me parece que
esta nueva mirada, fresca, más veraz y con la que no terminaré en la cárcel, el
hospital o el manicomio, es la que me acompañará por el resto del camino.
miércoles, 23 de octubre de 2019
Mi cuerpo colapsó
A
fin de cuentas, mi cuerpo se desplomó. No pudo más. Mi cubierta física,
palpable, visible, estética, colapsó. Esa máquina tan perfectamente diseñada
para interactuar con un entorno en equilibrio, sucumbió ante mis maltratos
bienintencionados. Yo lo que quería era estar tranquilo, pero debí incorporarme
a la locura colectiva, desequilibrada, a ese flujo interminable, incansable, de
necesidades propias y creadas que hace que la mente calculadora se ocupe de
todo cuanto sea posible abarcar. Esta osamenta cubierta de músculos, conductos,
órganos y mecanismos exactos, comenzó a traquear, a sonar feo, a marearse, a
doler, y fue así como eventualmente cayó al suelo sin sentido. “¡Enfermedad!”,
propinaban los estudiosos y sus caletres inamovibles. Sin duda, respondí con
obediencia y diligencia, siguiendo sus consejos generales y metiendo en mi
organismo agotado un arsenal de productos que me ordenaron consumir. “¿Hasta
cuándo debo tomarlos, Doctor?”, pregunté en medio de la conmoción. “Para toda
la vida”, contestaron sin ninguna vacilación. Con varios tratamientos que no me
tratan en absoluto, me levanté como buen ciudadano productivo y anduve por las tensiones
de las calles un rato más, entre mi mismo maltrato de antes y la nueva manera farmacéutica
de vivir. Pocos años más tarde, ante la imparable succión que perpetran mi
entorno soñado y la ciencia médica, el cuerpo, apaleado y mortificado, no pudo
más. Aquí estoy ahora, en medio de la contrición, haciendo listas inútiles de
los abusos que me causé y me hice causar durante tanto tiempo y mirando en el
espejo lo que quedó: el escombro en el que convertí el tremendo equipo que se
me otorgó y que lancé por el barranco... parece un mal chiste, ¿no?
martes, 22 de octubre de 2019
Desconfiar de lo bueno
Desconfiar de lo bueno. Mantener la duda ante lo que se acerca, aunque sea para favorecernos. Lanzar golpes a lo loco para evitar el daño. En el pasado fuimos engañados. Ayer se nos propinó todo el sufrimiento. Cada cachetada recibida en medio de una alegría, de una ilusión, nos convirtió en este fortín de guerra, en este monolito de supuesta madurez e invencibilidad que construimos para ya más nunca ser embaucados, emboscados, burlados. Pero pasa el tiempo y ya nadie se cree el poder que predicamos para alabarnos a nosotros mismos cuando extendemos la cola falsa de pavo real, cuando gruñimos cada vez que alguien parecido al pasado se acerca “quién sabe con qué intención”. Somos los nervios que nunca descansan ante la invasión del entorno. A pesar de las medallas y los nombramientos, somos un manojo condecorado de temblores, prejuicios y temores que no nos abandonan; y si nos abandonan por un ratico de descuido en el que nos permitimos ser humanos vulnerables y felices, al darnos cuenta de la idiotez del vigilante, del desliz imperdonable, hacemos que despertamos y volvemos de nuevo a erigir el muro, a cerrar la reja, a asegurar la prisión en la que nos metimos para protegernos… para siempre.
sábado, 19 de octubre de 2019
Dejar el peso muerto
Quitar
lo insustancial. Barrer con la impertinencia. Acabar con el peso muerto. Limpiar,
purificar, agilizar, alivianar… adecentar. Sincerar necesidades, mirar de cerca
ese objeto que está llevando polvo y no deja disfrutar de lo que quedó afuera
por falta de espacio. Analizar esa situación repetitiva e inútil que tiene un
puesto de honor en tus días. Deshacerte de lo que no suma, y que por el
contrario ejerce un peso muerto en tus hombros, te resta energías y al final
mata las ganas de seguir. Volver del hipnotismo que causa la rutina
inconsciente; abrir los ojos ante lo absurdo de este basurero que cuido a veces
con tanto celo. Acallar el ruido que se hizo mantra esclavizador y quedar en el
más absoluto silencio, recordar la sonrisa, disfrutar del más amplio espacio
para respirar y comenzar a saber qué es realmente lo que necesito. ¿Quién quita?
Tal vez hasta sepa que sí había un propósito superior en toda esta maraña en la
que convertí vivir.
Se abrió una puerta nueva
Se
abrió una puerta nueva. Se abrió entre señales cada vez más fuertes y
repetitivas de que se podía abrir. Pero las susodichas señales no fueron
atendidas por el más interesado, y como suele pasar con la altanería disimulada
y el desdeño de lo que se asoma para advertir, comienza a temblar. Sin embargo,
la historia no es tan corta, tan simple, tan yo te lo dije. El torrente de la
vida “civilizada” te llama desde pequeño a sus filas y te lleva a alinearte
incondicionalmente. Sin embargo, uno manifiesta sus objeciones, sus
desacuerdos; pero al final del martilleo en contra, el viejo sistema de
pensamiento y acciones te llevan a ponerte de rodillas de alguna manera, aunque
esta sea invisible; aunque no puedas verte en tal posición de derrota, terminas
caminando de rodillas, y como todo el que camina de rodillas, cualquier
recorrido duele más, cansa más. Incluso los recorridos que se hacen por amor,
con amor, lesionan más. Y es como un día te despiertas después de tanto obviar
los mensajes de aquí y de allá, sin haber dormido mucho, con el cuerpo
chillando y en apariencia despistado ante lo que ocurre. Aunque no se es
culpable hasta que se muestre lo contrario, mira que las pruebas sobran… solo
levanta la alfombra y tendrás un expediente completo de atentados a la salud propia
y a la de los que te rodearon. No está fácil. No está nada fácil. Ves el
panorama de demencia y temes que algo de esa enfermedad se te haya quedado
pegada en el talón. Después de regar la patología cada día, sin falta y a pesar de las quejas,
resultaría terrible que seas parte inseparable de la histeria colectiva que
percibes alrededor y que, como con las mafias y bandas, sabes tanto que no
puedes salirte para vivir lo que vendría siendo tu propia vida. Da ganas de
intentar, con algo de tacto y sin arrancar la piel, diseccionar la gran torta
que hemos puesto y separar lo favorable de lo pernicioso para quedarme solo con
lo bueno. Pero esa opción aparece también algo ilusa, como jalada por los
pelos, sabiendo que el entorno no te entenderá, que quien te estima no te
entenderá, que quien te ama no te entenderá. Se ha abierto entonces la puerta
que da a la honestidad y a la intolerancia a lo intolerante, y por ahora no
puedo o quiero cerrarla. Por otro lado, ahora mismo y ante la imposibilidad de
regresar a lo mismo de siempre, ante la certeza de perder mucho de lo que he
amado, no queda más que comenzar la disección.
Las cosas son como son (o Coherencia fundamental)
Las
cosas son como son. No pueden ser distintas si no se cambia el antecedente. Todo
es lógico, todo encaja. Aceptarlo cuesta mucho, pero no hay otra manera de
vivir con coherencia. El juego se decide por lo que se hizo durante todo el
transcurso, no por lo que se logró apuradito al final. Un jonrón en la última
entrada no siempre resuelve todo el entuerto con el que se vivió hasta ahora. Es
romántico, es épico, es espectacular, pero es muy tonto. Los pequeños descuidos
se convierten en calamidades más adelante. Las indiferencias adolescentes se convierten en aprendizajes
invencibles en el futuro. Afortunadamente, las conductas y estímulos amorosos
también construyen fortificaciones que más tarde nos resguardarán del peligro, de
la duda, de lo desconocido. Hacernos los locos, dejar pasar las oportunidades
de hacer algo, bajar la mirada ante lo que parece inminente sin serlo son
cultivos tempranos de una cosecha que reclamará sus terrenos, que llegará como
el banquero a sacarte de tu casa, como el malandro a despojarte de lo tuyo,
aunque claro: con un papel firmado por ti hace algunos años, cuando creías que
no todo tenía consecuencias.
martes, 15 de octubre de 2019
Al fin ocurrió
Al fin
ocurrió. Se alinearon los reveses y caí de culo. La mente se enredó tanto
tratando de mirar, analizar y buscarle el lado bueno a cada cosa que tenía
enfrente —real o imaginaria— y finalmente colapsó. Se perdió el frágil
equilibrio. Se alcanzó el punto crítico. Se rebasó el límite y el cuerpo pasó a
ser el nuevo destinatario de la calamidad. ¿Querías evidencia? Pues ahí la
tienes. Decir siempre “sí”, abandonarse al torrente ajeno de peticiones, caerle
bien a todos tuvo su consecuencia. ¿Qué querías hacer el bien? Puede ser. ¿Qué necesitabas
concluir la tarea? Puede ser. Todo eso está bien, pero está claro que las
consecuencias ya se hicieron visibles: que la sangre llegó al río. Ahora, ¿qué
vas a hacer? ¿Te vas a hacer el loco de nuevo, mientras la normalidad te atrapa
y continúas en tu camino demente de ignorar lo que debería ser tu propio interés?
Podría ser. Pero puede ser también que tu tozudez ya haya agotado todos los
recursos físicos y mentales, y tu espíritu desenchufado, encerrado y amordazado
en el sótano ahora no te puede ayudar. Mírame mientras te hablo. Deja de hacer
cosas en serie para no prestar atención. Deja de actuar como el loco “con
fundamento” que nunca fuiste. Deja esa mirada de vidrio que no mira el barranco
que ya toca a tu puerta, sostenido por tu propia irresponsabilidad. Quédate tranquilo.
viernes, 11 de octubre de 2019
Cada quien ama como puede
“Cada quien ama como puede”,
escuché por ahí. Y me parece cierto. Creo que nacemos con una tendencia natural
a hacer el bien, pero luego la vamos tapando con un basural que dificulta su
expresión libre, su gestión sin miedo. El temor infundado que vamos adquiriendo
va menoscabando la confianza en la vida de que todo, de alguna manera, se
resolverá en el camino y no hay que cargar con cañones de la precaución y su
violencia para esperar durante toda la vida el enemigo que inventaron por
nosotros, “por nuestro bien”. La obediencia a ultranza es otro de esos
fantasmas que se nos troquela en la cabeza y cuando viejos seguimos obedeciendo
sin resistirnos, ahora sin saber siquiera a qué cosas obedecemos o a qué cosas
tememos; somos esclavos funcionales que no conocimos la libertad, la noción de
responsabilidad que esta otorga. El camino silenciosamente inducido está
repleto de obstáculos a sortear; ¿y cómo no lo va a estar, si no es nuestro
camino natural? Levantamos una infinidad de falacias a combatir, vencer y luego
nos llenamos de orgullo por tal hazaña; pero son todas patrañas, guiones
invisibles que seguimos con una energía prefabricada muy loca. Es como ir por
un camino plano y despejado, y por un “consejo sabio”, por “sentido común” y nuestra
percepción antinatural de las cosas, salirnos a la maleza y la sinuosidad innecesarias
para realizarnos y engrandecernos con el resultado de esa jornada demente. Con este
panorama enrevesado, con estos extravíos y despropósitos, y en medio de nuestra
humanidad, por supuesto que cada quien ama como puede.
Ciencia: la nueva religión
Oh,
Ciencia, la nueva religión. Con propios altares, con propios santos, con
propios pecados. Lo que dictas es ley, aunque sea hasta ahora teoría. A quien
no le gustó o no le vio sentido, se le apartará y adjetivará como ignorante,
como inconsciente. Eres muy implacable para lo cambiante que eres. Te renuevas
y muestras un discurso distinto, desfilando luego con esa petulancia, entre tus
tablas y fórmulas, entre tus medidas y estetoscopios, entre tus Nobeles y tus
podios. Con esa cantidad de feligreses feroces conmigo y entre ellos,
planteando nuevas verdades que tumben a las viejas, a las anteriores, a las desgastadas
para ostentar el nuevo galardón. Desde este rincón te veo. A veces se me pasa
el tiempo rápido y otras veces lento; me pregunto por qué pasa, porque la
ciencia ya me lo aclaró, pero yo, tan ignorante y obstinado, sigo ensayando
otras vivencias, otros bienestares ajenos a tu escrutinio; viviendo otros
tiempos sin minuteros, despertando en días que no encuentro cómo calificar. Eres
tan aplastante verdad, pero es que a veces no te creo, no te sigo, me pierdo en
el sonriente dormitar producido por un vacío misterioso, por una conciencia extranjera
a ti , por un control total que luce recuperado que sospecho, muy acuciosamente,
que me quitaste cuando estaba pequeño, cuando otros dictaban el rumbo. Por
cierto, Ciencia, ¿un tilito de manzanilla?
martes, 8 de octubre de 2019
La válvula
Día
con día, va subiendo la presión. El devenir de las horas no pinta nada fácil.
La semana se va llenando de plomos en el ala hasta dejarnos agotados en el
suelo. Es entonces cuando es hora de buscar, tal vez con la mano, a ciegas, la
válvula que nos liberará del aprieto en el que nos metimos. Comienzan las
excusas, desfilan las opciones de desfogue. Unos bailan, otros se embriagan,
muchos salen corriendo a practicar su “hobby” de turno. Y de verdad se siente
bien. Se siente como que estamos viviendo la vida como es debido, a fin de mes,
con la quincena, de vacaciones. Pero mirando de lejos, solo parece un rebote
monótono entre la tensión debida, normal y hasta soñada de ser adultos, y la
dosis de locura necesaria para seguir ese trote. Como todo golpeteo, mientras
más presión, más locura en respuesta. Por muy de moda que este zigzag haya
estado en las últimas décadas, y por lo que se exhibe en las salas de hospital
o en las gavetas de las medicinas, no hay nada que celebrar. Esta rutina no
parece producir nada que merezca un premio. Nada cambia. Ya viene el lunes fastidioso…
ya viene el viernes de gozadera, de liberación. Nada parece poderse visualizar
más allá del estallido de la próxima válvula, del próximo escape, porque lo
cierto es que la vida se tornó tan insoportable que necesita un alivio salvador
obligatorio cada ciertos días.
Matrimonio conmigo
Decidí
terminar el bochinche que tenía desde hace rato. Decidí acabar con ese
amancebamiento de pasión y desdén que traía a cuestas. Decidí casarme conmigo.
Sé que suena raro, pero creo que es lo que debo hacer. Debo prepararme en serio
para el compromiso… no es cualquier cosa. Creo que el concubinato debe terminar
lo más pronto posible y convertirse, al fin, en un proyecto adulto. Para que el
asunto tenga mayor rigor, meditaré y escribiré los votos para conmigo y los
recitaré el día de la ceremonia. Ustedes me disculparán, pero esto se efectuará
en tales condiciones de intimidad, que ni siquiera la familia o los amigos estarán
invitados. Lamentablemente para los
aficionados a los bailes y los tequeños, el acto no tendrá ese carácter mundano
de siempre. Llegó el momento de sincerarme y decir, de una vez por todas,
cuáles son mis verdaderas intenciones en esta relación conmigo. Se acabó el
zigzagueo entre el aburrimiento y la embriaguez que esconde mi fracaso parcial por
no encontrar mi camino. Así que, bañadito y entalcadito, haré la promesa
solemne de amarme y respetarme a mí mismo, así como obrar en favor de mis más constructivos
intereses, porque miren la cosa es hasta que la muerte me separe.
lunes, 7 de octubre de 2019
Lo que te digo es verdad
Lo
que te digo es verdad. Si no me crees, ese vendría siendo tu problema. Lo que
digo, te repito, es la verdad. Si no lo crees, es tu decisión soberana, pero no
me arrastres en medio de tu incredulidad. Imagina por un momento que lo que
digo sí es verdad y que estás haciendo el papelón de tu vida. Imagina que solo
te narro lo que ocurrió y que con tu insistencia solo estás fabricando más
estupideces. No tengo pruebas, no tengo testigos y a veces no tengo palabras,
pero nada de eso me convierte en mentiroso, en quien pensó engañarte para pasar
agachado en esta situación. Si te han engañado, es tu experiencia. Si se han
burlado de ti, ese no fui yo. No tengo cómo castigarte, cómo vengarme de este
abuso que ejerces con la mayor de las altanerías; de hecho, no quiero hacerlo. Desde
aquí pareces ser una pobre víctima con historias de engaños e inseguridades que
te han traído hasta aquí, ahora mismo, a joderme el rato.
domingo, 6 de octubre de 2019
La llave olvidada
Pasaron
los años y la llamada civilización explotó en ciencia y tecnología, en
tradiciones, costumbres y reglas impuestas, a su modo, a su tiempo, por quienes
estuvieron al mando. En este punto parece que todo está dicho, que todo fue
inventado, que no hay mucho más qué explorar en favor del bienestar del ser
humano. Las cosas no van a cambiar. Las cosas ya tienen su camino hecho. Al
parecer, no hay mucho más que buscar allá afuera y hay que acoger, para bien o
para mal, lo que hay. “Las cosas son como son”, retumba en nuestra cabeza
enloquecida en medio del conformismo, de la aceptación forzada, del ruido
incesante que reza que hay que triunfar para ser alguien. Y de pronto, cruje el
muro, se abre la grieta y se asoma una esperanza para quienes más la necesitan,
para aquellos quienes sacrificaron sus vidas para que otros la gozaran.
Súbitamente, se muestra una afirmación, una sentencia a favor que pone en tus
manos la llave de la puerta a la libertad, a la paz, al respeto mutuo. Pero es
tan increíble el
hallazgo,
que miras la llave, miras al benefactor, y con una sonrisa temblorosa colocas
la llave a un lado, con la promesa desganada de usarla para lograr el objetivo soñado… pero
todavía no.
sábado, 5 de octubre de 2019
Mi última licencia
Renové
la licencia de manejar. Envejeció como yo y ahora tengo el modelito nuevo, el
rojito. Vi “2029” en el vencimiento, y tan rápidamente como a disgusto, me
pregunté si estaría vivo para ese año. La verdad no tiendo mucho a pensar
cuántos años me quedan por vivir todavía, pero es inevitable ver ese “2029” y
no especular en ese respecto. Tal vez esta sea mi última licencia de manejar,
tal vez no. En caso de que no sea así, ¿cuántas licencias me quedarán por
delante?
viernes, 4 de octubre de 2019
No quiero sorprenderme más
Ya
basta. No quiero sorprenderme más con nada de lo que pase. No quiero quedar
ante mí mismo o de los demás como el ingenuo de la partida. No quiero ver algo
inusual y escandalizarme, o incluso celebrarlo si fuese bueno. No quiero que se
me agüe el guarapo por eventos trágicos, saltar de la silla porque alguien se
portó bien o enfurecerme porque alguien cometió el crimen. No quiero la
repetidera ridícula de emociones locas que solo demuestra lo que ignoro o
quiero ignorar del ser humano. No quiero pasar por alto las causas que hacen
que lo que ocurra sea perfectamente lógico. No quiero fingir que no lo sabía o
lo sospechaba, que no lo creía posible, que era algo de otro mundo. No quiero
ser el pendejo que se desilusiona cuando un político roba o miente, cuando
alguien devuelve dinero ajeno o cuando se robaron algo de la casa de al lado.
Tengo el deber de saber, de estar al tanto, de prever cualquier cosa —por muy
inusual que me parezca— solo porque es posible y depende de la oportunidad para
que se vuelva realidad, un hecho, un “accidente”. Así que… déjate de eso, deja el
escandalo, deja el drama.
jueves, 3 de octubre de 2019
No fuimos tan diferentes
No
fuimos tan diferentes. De hecho, en algún momento de nuestra vida tuvimos tanto
en común que creímos que caminaríamos para siempre juntos. Es como los
eclipses, cuando la luna tapa al sol perfectamente, pero solo por rato
sorprendente, tan maravilloso que uno quiere que se quede así. Pero como toda
rareza, después de un rato se convertiría en algo normal… y ya sabemos cómo
somos necios con las normalidades. Hubo sincronía, hubo comunión, hubo
perfección; como no la hubo antes, como no la hubo después. Y así todo lo demás,
porque todo está de paso, hasta lo que aparenta quedarse va dejando su estela
disimulada. Incluso lo que conserva la misma cara y el mismo cuerpo cambia y se
muestra distinto: cambia la profundidad de la mirada; más aún cambian los
momentos, las oportunidades que fueron precisas para nuestros fines de otros
tiempos, ahora parecen locuras irrepetibles. Pero ya pasó, ya no es. Ahora es
otra cosa, son otros momentos, otras oportunidades maravillosas del día de hoy los
que estás dejando pasar entre tus nostalgias, paradójicamente, como no dejaste
pasar aquellas de ayer que, según tú, fueron toda una chifladez.
miércoles, 2 de octubre de 2019
El amor en tiempos de guerra
¿Qué
hago con el amor en tiempos de guerra? ¿Qué tarea le doy al amor, si al
expresarse solo recibe patadas? ¿Cómo canalizo toda esa fuerza en un mundo en
que la ausencia del amor ya traspasó sus límites y se convirtió en una fábrica imparable
de maldad e indiferencia? ¿Cómo hago para que pare el sobresalto, el polvo y el
ruido entre los seres humanos para que se logren ver de nuevo a los ojos? ¿Cómo
detener a la máquina violenta con las más delicadas sutilezas? ¿Cómo deberá ser
esa tregua tan extraordinaria que permita el diálogo, la empatía y la
comprensión de las razones del otro? Desde aquí, parece que el amor va
perdiendo terreno cada día y los que tenemos la tarea de abogar por él somos
tan negligentes que el desbarranco luce inevitable. Dime tú…
Suscribirse a:
Entradas (Atom)