Perdí
la capacidad de superar los obstáculos. Perdí el don de aprender del tropiezo
reciente y de evadir lo innecesario. Al parecer, en algún momento perdí la
habilidad, el interés y la suerte en mantener la vista al frente, más allá del
camino actual, de ese lleno de detalles inesperados, de minucias desechables. En
algún momento me detuve y miré hacia abajo, hacia el cúmulo de tonterías que
traía del camino y se me hizo pesado el bulto. Mis pequeñas tonterías habían
ganado cuerpo y se convirtieron en una gran tontería, insostenible ella,
inexorable ella, definitiva ella. Ya no hay horizonte, ni mapa, ni ganas. Lo que
queda es sentarme al borde del camino para ver si alguna musa generosa me ayuda
a levantar de nuevo la mirada… que se me ha vuelto tan pesada.
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