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lunes, 29 de octubre de 2012

Dictador de mis días


Viví la democracia en mi vida. Consulté, hice encuestas de opinión, llevé a cabo referendos entre familiares, amigos y uno que otro desconocido. Abrí la participación, el disenso y emprendí proyectos comunes que tomarían en cuenta a mi entorno, a todo el que quisiera ayudar... en incluso joder. Pero todo se volvió un despelote. El caldo se puso morado, tanto por la cantidad de manos metidas en el caldo como por los golpes recibidos. Los tumultos y escaramuzas, ni se hacían esperar ni soltaban su presunta parte del botín. Y ahí estaba yo, mirando y horrorizado cómo este desorden no iba, a fin de cuentas, con mis necesidades, con mis deseos. Pues, saqué las tropas y decreté toque de queda para disipar a los facinerosos. Les expliqué, en transmisión conjunta, cómo iba a ser en adelante la gestión de mi vida y los mandé pal carajo. (“¡que no, chico...!”). Amanecí un nuevo día siendo el dictador de mi existencia, el autoritarismo a toda prueba que me había legado el bochinche. Se acabó el pan de piquito en esta vaina. Ahora haré lo que me dé la gana, así se molesten los vecinos, así mi mamá se mortifique un poco o mucho. Así que por favor, si vas a pasar, toca la puerta.

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