Soy tan linda que no me podrás negar
solicitud o mandato alguno. Soy tan encantadora que lograré que te
arrastres con tu mejor cara de galán desatinado. Soy tan linda que
no dejarás de verme, de desearme, desde cualquiera de los sitios
donde me encuentres. Despertaré tu enfermedad sexual desde mis ojos
y labios, como a un infeliz juguete. Luego te hablaré por primera
vez para que enloquezcas de un sopetón, poniendo a mis pies tus más
valiosas joyas, tus ganancias, tu tiempo, tu atención, y hasta lo
que llamas amor. Veré cómo vas marchitándote sólo por mantenerme
complacida, cómoda, cerca. Soy tan linda y tú tan imbécil que no
te has fijado en el vacío que llevo por dentro y al que conservo
disimulado, distraída con tanto payaso que encuentro en la calle, en
las aceras y escaleras, capaces de entretenerme unos días más. Todo
eso mientras choco de frente con algún camión cargado de verdades
en serio, con una lluvia de bofetadas que finalmente llegue a hacerme
sentar cabeza y a dejarlos en paz a todos ustedes.
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