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sábado, 8 de junio de 2019

No eres tu cuerpo... ¿o sí?

No puedo dejar de pensar, de sentir que eres tu cuerpo. Creo que eres exactamente lo que puedo ver. Me siento tan ridículo a veces identificándote con ese precioso envoltorio que llevas, creyendo que todo lo valioso y adorable que tienes reside en tu físico. Te he visto dormir y tu belleza resalta por encima de tu letargo, de tu apacible apariencia. Pero después de unos segundos me doy cuenta de que era solo un encanto, una ilusión, casi un engaño. Tu rostro inmóvil no muestra la sonrisa que me atrajo en primer lugar. Tus ojos cerrados no dejan salir el brillo que me hipnotiza y me mantiene embrujado. Hay tanto que no eres cuando permaneces inanimada que sospecho que hay algo más de lo que me estoy perdiendo, algo fundamental de lo que no tengo conciencia y con lo que no estoy conectado. Temo entonces que algún tipo de ignorancia muy corrosiva y costosa me está minando las bases de lo que pensaba era un refugio eterno para mi piel y mis tranquilidades. Me atrevo ahora a considerar, por primera vez, que muy remotamente dentro de mí, en algún sitio que se va mostrando terriblemente,  ya sé que no es amor verdadero lo que compartimos, sino algo más superficial, más contaminado de estética mundana, de estereotipos, de miedos fundados en el pasado. Lamentablemente y con lágrimas de desconcierto y frustración aparecidas al pie de tu cama, debo decirte adiós.

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