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domingo, 23 de junio de 2019
¿Cómo te lo vendo?
Si un buen día amaneces con la verdad en las
manos, ¿qué harías con ese tesoro invaluable? Si al despertar sientes que
encontraste la puerta inequívoca a la felicidad y recibes el mandato de
compartirla, ¿cómo la ofrecerías al
mundo? ¿Irías puerta por puerta, con la alegría del caso a dejarla en cada hogar?
¿La anunciarías a todo gañote en las plazas de la ciudad? ¿Perseguirías insistentemente
a los transeúntes para que la acepten? ¿Le caerías a librazos a los demás hasta
que entiendan que están equivocados? En último término, ¿amenazarías con el
sufrimiento eterno para ver si al fin te prestan atención? Como gesto atrevido,
pero que pretende ser humilde, te aconsejaría que simplemente vivas esa verdad
plenamente en tu entorno cotidiano y dejes ver a los demás por una rendija la
posibilidad de vivir esa verdad que acabas de conocer. Puede ser que dando el ejemplo
de felicidad te presten atención y, tal vez, después se te unan espontáneamente,
sin librazos ni amenazas, por convicción auténtica. Podría ser que, si haces
bien la tarea, puedas demostrar sin esfuerzo la bondad que hay en esa verdad… así
como lo hacen unos buenos amigos míos.
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La verdad se defiende sola, sólo con el ejemplo y la actitud se demuestra.
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