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lunes, 24 de junio de 2019

Ahora sí cae

Y siguen pasando los días, las semanas, los meses y años. Cada posible buena noticia se desinfla sin mucho sorprender con la prontitud ya acostumbrada. Da igual ver o no las noticias, porque la verdad sigue en la calle. Los argumentadores de oficio y los salvadores chamuscados aparentan seguir en funciones y abriendo puertas. “Viene Bachelet”, dicen ahora. Otros, con otro estilo de ilusión, permanecen ondeando banderas de las que no conocen historia ni propósito. Parece un desfile de muertos, de figuras fantasmales que a diario hacen fila para aparecer en los noticieros, para aparentar que hacen su trabajo. El chismecito diario, “el primo de un pana que conoce a un general…”, la invasión y el cargamento de trigo o medicamentos; todo se va poniendo piche, se va descomponiendo hasta oler a lo mismo todo. Las malas noticias, por su parte, no paran, y en ese transcurso de días, fingen ser cada vez menos a fuerza de desgano, de fastidio, de la indiferencia que da la repetición sin efectos, la vieja promesa rota, el vandalismo con factura. Muchos buscaron afuera, otros dentro y otros más adentro. A veces, sin aviso y sin protesto, nos embiste la muerte, la enfermedad o la escasez y se renueva la queja, el “maldito sea” que yacía ya dormido, quitando de golpe otro ladrillo logrado en buena lid en un pasado que insólitamente luce mucho mejor, para dejarnos, muy lentamente, más a unos que a otros, en esta tristeza y desesperanza aprendidas, a veces imperceptibles, que siguen arropando a esta tierra.

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