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viernes, 28 de junio de 2019
Dolor útil
Dolor útil.
Dolor de crecimiento. Dolor con propósito. Dolor curativo. Dolor incomprendido.
Por cierto, dolor inevitable. El miedo al dolor es como el miedo a cansarse del
camino y renunciar, solo para darte cuenta luego que igual debes recorrerlo y
en menos tiempo. Solo el mentiroso afirma que se no siente dolor, que se ha
endurecido ante los acontecimientos: mentiroso de nuevo. No hay manera de
saltarlo, de burlarse de él, porque postergarlo duele más. Luchar contra la
naturaleza. Resistirse a lo que ocurre, a sus residuos. Distraerte hasta morir,
con tal de no quedar solo, en silencio, escuchándote, escuchando a quien desde
adentro grita y se queja sin voto. Aprovecha. Haz el ritual. Busca las golosinas
y el refresco y apaga todo. Vive tu guayabo a lo ancho, despatarrado. Deja salir
al fin esas lágrimas y esa rabia que se han ido acumulando antes de que te diagnostiquen.
Practica el dolor útil que sirve de alivio, de curetaje; ese que al terminar tu
sesión te deja el espacio que no conocías listo para explorar, para detallar sin
el miedo de siempre. Deja de fingir esa fortaleza de plástico que vociferas,
ese vaso de cartón. Detén la voz que desde lo alto de la plaza grita amargamente
que no albergas sufrimiento. Bájate de ahí, siéntate y déjate rodear de quienes
te queremos para estar un rato en silencio. Deja que comience la función que te
devolverá de nuevo a la vida para que la disfrutes desde tu paz, entre
nosotros. Vete para la casa.
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