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sábado, 22 de junio de 2019

¿Cuál es tu verdadero problema?

Le echamos la culpa a alguien más (incluyendo a Dios) de que la cosa se complicó y quedamos reducidos solo a víctimas de la historia. Normalmente nos quedamos con eso. Llegar a la situación original, a la que desencadenó el resto del desastre, es harto cuesta arriba, es muy doloroso como para querer resolverlo. Podríamos intentar practicar frenéticamente una secuencia de porqués, y con atrevida honestidad llegar al disparador inicial que comenzó el deslave emocional, ese, que aparenta ser un mezclote compacto y que luce como nuestro paisaje natural de siempre, pero que algo nos dice que es zona de guerra, ensamblado con situaciones traumáticas bien identificadas en su momento y que al pasar del tiempo se enmarañaron y parieron al yo actual… a esta joyita. Seguro necesitamos que venga un profesional con sus herramientas, y como plomero diligente, extraiga sin anestesia las porquerías que atesoramos hasta dejarlas todas expuestas a la vista, al corazón, para ser desmenuzadas, reconocidas y quemadas en un rito solemne en el que el perdón hará lo suyo. Será como morir y renacer. Renacer más livianos, como después de un baño caliente y luego tomarse un cafecito recién colao. Saldremos, finalmente, a estrenar nuestros ojos nuevos, nuestras percepciones nuevas y a enterarnos, a estas alturas, cuál es la oferta de la vida para rescatar los días que nos quedan.

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