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martes, 30 de octubre de 2012
No me justificaré más
No me justificaré más. No más. No aré más razones por mis acciones, por
mis omisiones, por mis pensamientos. No me arrodillaré a dibujar lo que quise
decir, lo que quise prevenir. Quemaré mis
mapas, enterraré mis esquemas. A quien se quiera acercar, sólo podré invitarle
a leerme atentamente, a interpretarme –como sé- según sus prejuicios. Se acabaron
las lecciones magistrales, los discursos tendidos de gratis. Se acabó el
desperdicio de ese costoso material que fueron mis días pasados, sólo con el pretexto
de caer bien, de ser espléndido. Se acabó el libro abierto, porque éste necesita
tiempo para seguir siendo escrito. Adiós, pues, a la venta a bajo costo, a la
regalía por sobriedad.
Sacaré tu crisis a flote
Reventaré las crisis por venir, las que permanecen agazapadas hasta
ahora. Entraré en el escenario brillante y haré mis observaciones valiéndome de
simples preguntas, retorcidas miradas, susurrantes sugerencias. Entraré en los
despachos, en los bancos de parques, en las habitaciones ajenas. Iré podando
los adornos que tanto costaron hasta dejar al descubierto el desperdicio bajo
la alfombra, el desliz harto negado, la intención inexorable de patear la mesa recién
servida. No pensaré en las consecuencias porque no fui yo quien abrió la
puerta. Yo sólo soy uno de los que viene a violentar la aldaba que responda,
que invite. Se me ocurre que me envía alguien lleno de sabiduría, pero no
pensaré mucho en ello porque rasgo las bolsas de desecho con poco interés en el
material que envuelve. Vengo por tus adentros, por tus pensamientos ávidos de
espejo, de nido, de razón. Vengo a despertar la vida dejada en la niñez. Vengo por
poco tiempo, pero sé que me quedaré pululando tu mente, tu cuerpo y tu espíritu
por el resto del tiempo… claro, sólo por algunos instantes.
Imagínate la vida
Llegó
el momento de imaginar la vida, de plantear escenarios. Llegó el momento de
planificar el futuro, de imaginar los movimientos día a día que ello merecería
llevar a cabo. Incluso, mi estimado, habría que vivir en la imaginación, las
caídas, las frustraciones. Sí, hay que plantear la posibilidad vívida de
fracasar. Propongo, además, proyectar en el aire quiénes –o quién- vendría a
nuestro socorro. Será iluminador saber desde dentro del que nos tenderá la mano
incondicional y su razón; del que nos brindará consuelo y una palabra que nos
deje pensando en continuar. En fin, te propongo, mi amigo, con un chasquido de
los dedos, crear todo un mundo temporal que nos haga sentir exitosos de manera
opuesta y fracasados en modo de ganancia… tú sabes, por eso de sentirse dulcemente
bofeteado por un lado, y sorpresivamente salvados por el otro, antes de
comenzar a caminar... de verdad.
No importa lo que digas, mi amor
No importa lo que digas: yo imaginaré que dices lo que deseo. Gesticula,
patalea, regáñame, que mirándote desecharé lo ruidoso y pondré las más lindas
frases en tus labios. Seré acogido con los más delicados arrumacos paridos de
mi invención, mientras revientas de la furia por mis actos ligeros y descarados.
Esquivaré levemente el zapato que te dio por lanzarme, mientras visualizo
flores, dulces, caricias salidas de tus manos raudas. Con travesura sonriente bajaré
la cabeza para que ninguna de tus desesperadas ganas de ahorcarme logre su
objeto. Tú estarás en tu mundo real, haciendo el berrinche esperado,
justificado, mientras yo esperaré cada acometida rabiosa con todo el tierno
cinismo, ¿y por qué no?, con la mayor de las precauciones. Te sabré agotada. Te
sabré, entonces, entregada a mi nueva triquiñuela que consistirá, invariablemente,
en poseer tus besos, tu piel algo agitada, tu ser generoso y vencido. Ahora bésame.
¿Castillos de qué....?
¿Castillos de naipes, es la cosa? Ingeniosas construcciones, eso sí. ¿Castillos
de arena, es el asunto? Pesadas estructuras de postín, eso sí. Parece que uno
siempre va en pos del “castillo”. Tal vez sea por eso de que el hogar del
hombre es su castillo, cosa que es
cierta… eso sí. Aquí, vale, imaginando tal fortaleza, tal ocurrencia medieval
de vida protegida para algunos a quienes nos encantaría emular… -“imitar” no
importaría-. Seguro que esos fortines amurallados no fueron construidos
comenzando desde las torres, o desde el patio central o desde la legendaria
puerta levadiza. Seguro que fue iniciada desde mucho más abajo, para que
resistiera de verdad cualquier aventurilla romántica de desbancar a los
soberanos o nobles del momento. Lo que pasa es que a uno le gusta la atalaya,
la muralla o algún montón de piedra que sobresalga elegante del tótem para
tomarle unas fotitos. Pero resulta que esa visión turística de nuestra soñada
carcasa, es lo que nos mantiene de paseo por sobre la tierra a cultivar. Esa conjetura
del poder no conquistado siquiera, de bases que no existieron por falta de
previsión, por ingenuidad inducida o firmemente adquirida, es la que nos tiene
revolcándonos en este polvero que no se disipa, en este barrial que no se seca
ni se cae de la piel. Y aquí, con los párpados entorpecidos por tanta tierra
del camino, con las manos ya entumecidas, prometo, solemnemente, que la próxima
vez que escuche “castillo”, trataré de pensar en algo distinto, menos nocivo
para la salud.
lunes, 29 de octubre de 2012
Dictador de mis días
Viví la democracia en mi vida.
Consulté, hice encuestas de opinión, llevé a cabo referendos entre
familiares, amigos y uno que otro desconocido. Abrí la
participación, el disenso y emprendí proyectos comunes que tomarían
en cuenta a mi entorno, a todo el que quisiera ayudar... en incluso
joder. Pero todo se volvió un despelote. El caldo se puso morado,
tanto por la cantidad de manos metidas en el caldo como por los
golpes recibidos. Los tumultos y escaramuzas, ni se hacían esperar
ni soltaban su presunta parte del botín. Y ahí estaba yo, mirando y
horrorizado cómo este desorden no iba, a fin de cuentas, con mis
necesidades, con mis deseos. Pues, saqué las tropas y decreté toque
de queda para disipar a los facinerosos. Les expliqué, en
transmisión conjunta, cómo iba a ser en adelante la gestión de mi
vida y los mandé pal carajo. (“¡que no, chico...!”). Amanecí
un nuevo día siendo el dictador de mi existencia, el autoritarismo a
toda prueba que me había legado el bochinche. Se acabó el pan de
piquito en esta vaina. Ahora haré lo que me dé la gana, así se
molesten los vecinos, así mi mamá se mortifique un poco o mucho.
Así que por favor, si vas a pasar, toca la puerta.
domingo, 28 de octubre de 2012
Fraudulento maestro
Evitaré
enfrentarme con mis penas tratando las penas ajenas. Seré un infeliz hablando a
otros infelices de felicidad. Seré el dulce hipócrita que derrama sus fórmulas,
sus recetas sobre los incautos del auditorio. Perpetraré la evasión perfecta,
en la que los que pueden mirar están más enredados que yo. Será la cortina de
humo más monumental que hayan observado. Iré y vendré entre los heridos
vistiendo la máscara del guía perfecto, compasivo, condescendiente que levanta
el dedo y señala el horizonte ajeno, mientras el propio se incendia y se
derrumba. Afortunadamente para mí, alguno de mis pupilos hará su tarea; habrá
salido de las tinieblas de manos de éste, su enrevesado servidor, y se sentará
enfrente de mí y hará las observaciones pertinentes: me quitará la máscara. Y en medio del secreto, será él o ella, quien soporte las lágrimas y los sollozos que darán comienzo a
mi cura verdadera, esta vez, sin disfraz.
sábado, 27 de octubre de 2012
Me agrada tu sustico
Me agrada tu susto ante el pecado. Celebro tu sorpresa ante lo que no
debería ser. Me caes bien. Veo en ti a quien sostendrá muy bien el cetro del
que no tuerce su camino por delicias prohibidas que desfilen a su lado -aunque
no garantizo tu éxito final-. Aprecio tu buena intención al corregir mi ya
largo y tortuoso camino. No, no, gracias. Es muy amable de tu parte. Lamento vaticinar
que tu novedad en estas lides será comprendida como una novatada dolorosa. Entonces
vendrá la prueba de fuego: o liberas el demonio a ratos para que drene sus
tentaciones en Sodoma; o te encierras, de párpados muy apretados, ignorando a la
Gomorra que seguirá tocando la puerta, así, tan insoportable como una verdad
repetida. Entonces volveremos a conversar. Entonces, con unas cuantas canas
bien ganadas, retornaremos a este paraje para retomar el viejo tema del bien y
el mal. Pero mientras, cuidado: tienes un nuevo intento de desviación que sé
que ahora lograrás saltar y continuar altivo en tu camino recto.
Ya no supero obstáculos
Perdí
la capacidad de superar los obstáculos. Perdí el don de aprender del tropiezo
reciente y de evadir lo innecesario. Al parecer, en algún momento perdí la
habilidad, el interés y la suerte en mantener la vista al frente, más allá del
camino actual, de ese lleno de detalles inesperados, de minucias desechables. En
algún momento me detuve y miré hacia abajo, hacia el cúmulo de tonterías que
traía del camino y se me hizo pesado el bulto. Mis pequeñas tonterías habían
ganado cuerpo y se convirtieron en una gran tontería, insostenible ella,
inexorable ella, definitiva ella. Ya no hay horizonte, ni mapa, ni ganas. Lo que
queda es sentarme al borde del camino para ver si alguna musa generosa me ayuda
a levantar de nuevo la mirada… que se me ha vuelto tan pesada.
jueves, 25 de octubre de 2012
El loco se sumergía
El loco vivía en medio
del zigzagueo, de la oscilación entre una cosa y otra. El loco se reconocía entre
dos situaciones: la que le daba gozo y la que le ahogaba. Por eso, y sin
posibilidades de gozar siempre, aprendió a tomar grandes bocanadas de aire fresco
para luego sumergirse, caminar y observar con la cierta y limitada calma, lo
que se escondía bajo la superficie, que ni malo era, pero que se debía a su
presidio temporal, alternativo. De vez en cuando botaba el aire ya gastado y
con un esfuerzo supremo, renovaba el contenido de sus pulmones, sus más
valiosos aliados en estas crisis. Pero loco es loco, y se detuvo a escuchar a
un bienintencionado en la orilla. Este transeúnte le dio al desquiciado unas sandalias
de plataforma que lo ayudaría a permanecer por encima del agua, ayudándolo a
evitar esos graves períodos de sumersión en los que vivía. Sí le advirtió,
claro, que no eran muy altas, pero que eran mejor que nada. El loco, muy
contento y aliviado por la noticia, se
calzó y bajó de nuevo al fondo, comprobando, con cierto temor, que ahora le
llegaba el agua al cuello: ya podía respirar por siempre. Después de un rato,
después de varios días y meses, el loco, sin dejar ya de respirar, sin
necesidad de bocanadas, había perdido la capacidad de ver más allá de la
superficie. Nunca ganó la posibilidad de volar alto y apreciar la belleza del
mar; sólo había logrado sacar la cabeza, vivir todo a ras, convertirse en el nuevo esclavo
de la conformidad.
El loco corría sonriente
El loco corría sonriente,
desnudo en medio del frío, con los ojos cerrados, bajando la colina que
terminaba en el jardín. El loco escuchó una vez que eso podía ser peligroso,
pero no pensó que nada le pasaría. Por eso, no había razón para no hacerlo. Una
vez, el loco, tarareando una de sus canciones favoritas, fue sacudido por un
reproche y un jalón de brazo: “¡Insensato! ¡No sigas haciendo eso! ¿No ves que
te puedes hacer daño, que te pueden
hacer daño? Ante la atroz advertencia, el loco detuvo su paso, detuvo su canto.
Siguiendo las indicaciones de su inesperado benefactor, entraron a su casa y se
vistió conservadoramente, para que no siguieran hablando, como se había
enterado ya que hablaban. El loco, bastante incómodo envuelto en sus atavíos,
en su recomendada y flamante conducta, escuchaba sin poder descansar los
consejos sabios de quien le salvaría la existencia. El loco no cantó más. El loco
no corrió más. Ahora no era tan loco –según decían- y ya frecuentaba más
seguido el mundo de los cuerdos, de los que sí sabían de la felicidad, de
filosofía, de conceptos y páginas interminables del legado de la ciencia y el
arte. El cuerpo medio desnudo y sin vida del loco fue encontrado debajo de una
pila de libros y pergaminos, cuyo escaparate trancaba la puerta a la pradera,
donde antes, de manera desatinada y equivocada, solía sonreír sin cuestionamientos,
sin fuerzas contrarias, sin sabiduría presumida alguna.
domingo, 21 de octubre de 2012
Soy un indiferente
Soy un indiferente. Soy un taimado sobreviviente. No soy un ignorante;
soy un afortunado foráneo que no tiene las herramientas para solucionar los
problemas, y ni me interesa tenerlas. Todo es un lío, todo es un peligro. Sigo mi
camino a pesar de las implosiones a mis costados. Sin querer mirar, miro, y
observo que esos microcosmos colapsan ante mi circunspección, ante mis
intereses inamovibles, ante mi ritmo inmutable de caminar. Una vez me atreví a
simpatizar con la idea de sentarme y conversar, pero no fue bueno, no me sentí
cómodo: sentí espanto. Por eso, por testimonios durante el recorrido y por lo
que pudiera pasar, prefiero seguir indiferente, es decir, firme en mi ruta, sin
posibilidades de reconsideración alguna… total parezco un excelente crítico,
sin temor de ser culpable pase lo que pase.
Buenos nubarrones
Nubarrones
en el camino: Tome sus previsiones. El futuro será mejor, pero en
retrospectiva. Cada paso no será la flor sin espina que ilusamente solemos tejer
en nuestras esperanzas. La satisfacción por el logro no será cuento de caminos;
será, más bien, el producto alquimista de convertir una caída de culo en un
triunfo. Evita los atajos, chamo. Evita aburrirte con la comodidad del avance
indoloro, porque luego no tendrá tanto sabor. Ya sabes, no olvides llevar un paraguas
de los buenos, porque lo vas necesitar para romper tu piñata.
¿Qué miseria prefieres?
La moral no es cuento. Los principios no son leyenda. No creas todas esas
fábulas que rezan que todos tenemos un precio. No seas partidario de las
historias de gente que se ensucia para lucir más limpio. No hagas nacer fantasmas
nocturnos, silencios incómodos, sonrisas forzadas. No le bajes la falda a los buenos
consejos que los viejos te dieron cuando niño, porque podría salir algo muy
mal. Nadie dijo que era fácil, sobre todo cuando es prédica en la T.V., en el
cine, en la prensa, la oficina y hasta en casa. Ser honesto es ser pendejo,
dicen. ¿Qué te cuesta hacer sólo esto para ganarte un tremendo aquello?, dicen. Es
la lógica al revés, es la destrucción ingenua de las patas de la mesa donde
comemos. Es la travesura ligera para jóvenes y no tan jóvenes. Es la promesa de
un futuro mejor, haciendo lo peor. Disculpa el sermón, mi pana, pero si prefieres
ser miserable, al menos ten cuidado con el tipo de miseria en la que quieres
vivir.
Mejores favores
Voy a recoger los frutos de mis favores. Pero esta vez sí que serán
dignos de resaltar. Hasta ahora siempre ayudo a la gente como uno, a gente
normal, humilde. Pero eso no da frutos buenos, de esos que quiero. La retribución,
según he podido apreciar desde este sillón, son sonrisas, solidaridades,
agradecimientos, y ya yo estoy harto de eso. Ahora quiero otro tipo de
retribuciones, unas que entren en el bolsillo, en la cuenta corriente, en mis
posibilidades de influir en un novel más alto en la sociedad, y hasta en la farándula. Ahora voy a
cambiarle un caucho a un político o a levantar del piso al anciano presidente
de alguna trasnacional mientras sale de su torre. Tramaré de caerle bien a un
jeque o cualquier otro dignatario para traducir lo que necesite decir en el
extranjero, cuando más complicado se encuentre. Le llevaré el maletín al Papa o
a alguno de sus cardenales, sin dejar, por supuesto, de besarles las manos
cuando pueda. Ahora sí que voy a sacarle provecho a eso de ser buena gente, un
tremendo ser humano.
No soy elocuente
No
soy elocuente. No hoy. A pesar de sentirme flotando en la salsa de mi
inspiración, en el súmmum de mi academia, no despierto tu interés. A pesar de utilizar
las palabras bien buscadas para afectarte, para convencerte, ni siquiera
volteas a mirarme. Me siento mudo. Me siento casi estúpido tratando hacer
refinadas morisquetas para que me mires, al menos, por encima de tus lentes. Las
ideas traspasan de lado a lado mi cerebro. Siento que me enriquezco con cada
línea que leo, con cada esquema que reviso, con cada reflexión que genero. A mí
no me vas a venir a ningunear, mi estimado. Por mi parte, te puedes ir pa’l
carajo… Eso sí te interesa, ¿verdad? ¿Tampoco?
viernes, 19 de octubre de 2012
¡Sal de ese vagón!
Bájate de ese vagón sin aire. Te vas
a morir de la molestia. Sí, sí, ya sé que luchaste para entrar. Ya
sé que lo tenías pensado y tenías tiempo vigilando esta puerta,
pero no es lo que esperabas. Sí, claro, también sé que hiciste de
éste tu sueño y volcaste tus ilusiones y forcejeos para alcanzar de
este carro, pero fíjate que ya te estás descomponiendo. Piensa bien
en salir como puedas y toma el siguiente, que igual tiene el mismo
destino. Deja el empeño: busca algo mejor. Deja la obstinación. Ya
se han desmayado dos pasajeros y aquellos otros dos toman su
medicamento para la úlcera. Abre un poco los ojos para ver que esto
no te conviene, sin importar cuánto hayas invertido. Hay una
solución esperando por tu decisión a la vuelta de tu esquina.
¡Coño, vale, no seas terca!
Me recuerdas a dos
Te me pareces a dos mujeres del pasado.
Puede ser hasta normal que haya similitudes con una, con alguna. Esta
vez lo normal se va de vacaciones y te me aproximas haciendo saltar
dos recuerdos en tropel, a la vez. Caminar como la una, moviendo las
caderas de ese modo, mientras vas abriendo los brazos, las manos y
los dedos, con prestidigitación como lo hacía la otra. Me susurras
al oído retazos de sinvergüenzura, justo como lo hacía la una, y
luego me das pinceladas con tu lengua, asombrosamente, desde la
frente hasta los hombros... como lo hacía la otra. Entre gemidos
casi inaudibles, en ese código que sólo sabía la una, pones mi
mente a volar, mi cuerpo a despertar de golpe; entre abrazos que
emulan la constricción de una fina serpiente, me dejas en el
paroxismo inmóvil, tal como lo hacía aquella. Tus ojos, abiertos
con agudeza durante tu cabalgar, como cuando la una quería sacarme
algún secreto, alternando mágicamente con tus párpados fuertemente
cerrados, como tratando de no escuchar algo inoportuno que pudiera
escapar de mis labios, de mis ojos, como bien lo ejercía la otra.
Explosiones e implosiones al momento del éxtasis; palabras claras e
incisivas, en complicidad con gestos de derrumbe físico completan la
mezcolanza de esas dos bendiciones del pasado, con su expresión
adherida a tu actuar, en la interpretación moderna del amasijo
confuso de tu individualidad.
jueves, 18 de octubre de 2012
ANUNCIOS INSALUBRES: ¿Falta de Autoestima?
¿Cómo está esa autoestima? ¿Cómo
va tu vida, tus planes? ¿Que el dinero no lo era todo? Lo
imaginábamos.¡Ya basta de sentirte en el sótano! No dejes
que nada ni nadie atente contra tu voluntad, contra ese potencial a
punto de explotar... ¡qué va! Te asignaremos de inmediato uno de
nuestros mejores curanderos de alma para que te levantes de esa cama,
donde seguro murmuras: “No puedo... no puedo”, mientras te tapas
el sol con la cobija. La Agencia te dice: “Tú sí puedes, ¡tú sí
puedes!”. Hoy es el primer día del resto de tu vida y lo
desperdicias de esa manera tan infantil. Ya no recuerdes a tu madre
diciéndote lo inútil que eras, o cuando en estado fetal escuchabas
a tu abuela insultando a tu mamá y del lechero... ¡qué
va! ¡Vamos, levanta ese celular tan lindo y poderoso y contáctanos*,
antes de que te arrecie el desánimo y la falta de contacto con tu
carácter... ¡Que no te agarre el coco!
*Si no te decides a llamarnos todavía,
lee este anuncio cinco veces cada lunes en la mañana. Seguro que nos
vemos pronto.
ANUNCIO INSALUBRE: Un mensajero
Ya le tenemos la solución si se trata
de alguien que haga las cosas por usted. Ya no tendrá que aparecerse
en los sitios, mostrar su cara o decir algo personalmente que le
resulte embarazoso. La Agencia le tiene a los mejores Caras de
Tabla que puedan ejercer el más depurado cinismo al momento de
expresar lo que Ud. necesite para cerrar esos ciclos vitales de la
vida. “Mi vida, esto no funciona por tu falta de muestras de
afecto... y por eso termino contigo”, “Mamá: No te
llamo porque no me acuerdo nunca” o “Jefe,
no vengas a regañarme de nuevo porque lo que tengo es ganas de
renunciar por tu mala educación” pueden ser entregados por
nuestros habilidosos miembros, con total garantía de cumplimiento.
No escatimamos en esquivar botellas, piedras o zapatazos con la más
amplia sonrisa en los labios. No tema por nosotros: Contáctenos.
ANUNCIOS INSALUBRE: ¿Un jalador?
Ofrecemos personal capacitado para
complacer a clientes a quien nadie quiere tratar. Los muchachos
asentirán ante cualquier pregunta, se reirán de sus malos chistes
con si fuese uno del más alto calibre; y hasta una manzana le
podemos llevar. Podrá contratar el paquete de acompañamiento
físico, el cual contempla que nuestro profesional ande con Ud. para
arriba y para abajo, con interminables ademanes de admiración y
complacencia. Así que, si usted se crió como hijo único, malcriado
y progresivamente rechazado por los familiares y vecinos, ya no tiene
por qué pagarla con los empleados y desconocidos: Sólo llámenos.
ANUNCIO INSALUBRE: ¡Descargue!
Se ofrece personal para descargar la
rabia. A toda hora, incluyendo madrugadas, que es cuando uno se
acuerda de quienes lo maltrataron. Con sólo una llamada, usted podrá
con los mejores profesionales en eso de asentir callados, dejarse
insultar, culpar y, si habilita el pago extra, hasta un carajazo por
el cogote podría ud propinar. Le garantizamos total sumisión.
Nuestro equipo hizo su pasantía en los más selectos y perdidos
monasterios budistas, en los que se hace énfasis en el mundo
interior del ser humano. Por esto y mucho más, no tema expresar su
ira, que nosotros estamos a la orden de su miseria.
Y no me distraje más
Y no me distraje más. El
entretenimiento constante y enfermizo que me vestía, dio paso al
silencio. Y el silencio dejó escuchar las voces que tenía acalladas
por el brillo y bullicio exterior. Y las voces trajeron sus
preguntas, reproches y cuentas pendientes por tanto desperdicio de
tiempo, de esfuerzo. Se asomaron de nuevo las ilusiones resecas de la
niñez, de cuando me atrevía a tener sueños auténticos, sueños de
verdad. Comencé a deshacerme de los trastes perfumados que guardaba
con tanto apego, y después de observar cada palabra, cada recuerdo,
los iba desechando sin parar mientras comprendía eran sólo
basura... pesada basura. Todavía no sé si estoy a tiempo de
recomenzar por buen camino, por el camino querido, por el camino
oportuno. Lo que sí sé es que el resto de mis años podré estar
más tranquilo, más satisfecho con cada paso, más parecido a mí de
lo que fui durante tanto tiempo tirado al precipicio.
Soy tan linda...
Soy tan linda que no me podrás negar
solicitud o mandato alguno. Soy tan encantadora que lograré que te
arrastres con tu mejor cara de galán desatinado. Soy tan linda que
no dejarás de verme, de desearme, desde cualquiera de los sitios
donde me encuentres. Despertaré tu enfermedad sexual desde mis ojos
y labios, como a un infeliz juguete. Luego te hablaré por primera
vez para que enloquezcas de un sopetón, poniendo a mis pies tus más
valiosas joyas, tus ganancias, tu tiempo, tu atención, y hasta lo
que llamas amor. Veré cómo vas marchitándote sólo por mantenerme
complacida, cómoda, cerca. Soy tan linda y tú tan imbécil que no
te has fijado en el vacío que llevo por dentro y al que conservo
disimulado, distraída con tanto payaso que encuentro en la calle, en
las aceras y escaleras, capaces de entretenerme unos días más. Todo
eso mientras choco de frente con algún camión cargado de verdades
en serio, con una lluvia de bofetadas que finalmente llegue a hacerme
sentar cabeza y a dejarlos en paz a todos ustedes.
domingo, 14 de octubre de 2012
Una mujer todo terreno
Eres una mujer todo
terreno, por eso es que no me gustas tanto. Saltas, corres, observas,
concluyes, decides después de examinar, y eso no lo tenía previsto. Yo quería
protegerte, abrirte la puerta, halarte la silla, darte mi chaqueta, pero te
abres paso asombrosamente; abres tus propias puertas y no las que yo preveo, y
por si fuese poco, me halas algunas sillas al llegar a la mesa. Es inaceptable.
El encanto de tus ojos, la lozanía de tu piel y la picardía de tus frases en
revesadas no dan espacio a mis piropos, y la naturaleza de mis regalos aparenta
ser una gigantesca estupidez ante un portento de mujer como tú. Son oasis de
caricias, de pasión, de femineidad electrizante, innovadora, los que puedo
obtener de ti. Creo que mejor lo dejamos así. Eres demasiado para lo que tenía
en el arsenal romántico. Creo que mejor me quedo tranquilito con mis flores, mi
capa y mi caballo blanco, para luego tocar la puerta de otro balcón más seguro.
No te vayas
No
te vayas, por favor. No me dejes. No tengo ese tremendo valor como dices, ni me
merezco tanto como mencionas al acercarte a la puerta. ¡No! ni repitas eso de
que puedo estar desperdiciando mi vida contigo; si fuese así, quisiera
desperdiciarla contigo hasta que me muera. Todo se puede arreglar, vale; yo me
ajusto así y asao, como a ti te dé la gana. No tienes idea de lo equivocada que
estás cuando dices que encontraré a alguien que me quiera mejor que tú, cuando
ambos sabemos que esa persona no ha nacido todavía. ¡Epa! ¿No quieres un
cafecito para seguir hablando? Siéntate… ¿”No”? Haz lo que te dé la gana
entonces. Ya verás que te haré la vida de cuadritos, ¡porque ni creas que eres
lo mejor que existe! Ni que no tuviese yo autoestima, psss…
La muerte me da risa
La
muerte trágica no puede ser tan mala. Claro que no. Veo los juegos de video
donde se destrozan soldados, mujeres y hasta viejitos… ¡Qué va a ser! Veo noticieros
con lucecitas en las que las guerras y tragedias son sólo un trozo entre
comerciales muy divertidos… No, ¿verdad? He notado, por otro lado, la mención a
los muertos tradicionales por enfermedades, por hambre, por contaminación, y
después de otro trago de cerveza se salta a otro tema sin mayor reflexión. Ligerito,
ligerito. La gente también se muere de risa, del susto, de amor; hasta hubo
varios cantantes que la querían a morir. La verdad es que examinando algunas
muertes signadas por el respeto, la dignidad y un ideal justo en otros tiempos, la verdad es que
la muerte ahora lo que da es risa.
Me contabas tu sueño
Me
contabas tu sueño. Lo hacías con pasión, casi con desesperación. Me pareciste
fuera de lugar, de tiempo. Le pareciste a otros, desatinado, un loco más. No te
dejaste amilanar por el pronóstico gris de tu semblanza del éxito, del
surgimiento elevado. Tocaste puertas que no se abrían o se cerraban, pero
fuiste tesonero porque, me contaste, el triunfo pasaba por muchos fracasos. Tu raciocinio
determinó que tal vez tu aproximación no era la correcta y diste un giro, sin
duda, brillante. Pero a nadie enganchó la nueva propuesta, igual que la
primera. Ni un alma reconoció públicamente tu calidad, o podría decir mejor, la
calidad que creías que tenías. De pequeño, según me contaste, observabas a
todos los triunfadores en los afiches, en los libros, en los teatros. Entonces te
fijabas bien en las metas de los grandes, en los caminos que tomaron, y,
sobretodo, en sus perseverancias. En consecuencia, escribiste el guión perfecto
para alcanzar esa gloria ya alcanzada por los invencibles del pasado. Lo que
nadie te contó fue la cantidad de locos como tú, de genios ensombrecidos, como
tú; en ese universo tragado por la indiferencia o la desidia que convirtió un
sueño en una pesadilla, en frustración, en injusticia íntima. Tranquilo, amigo,
que yo no dejaré de reconocer tu esfuerzo y tu genio, aunque no pueda, por
ahora, reconocer lo oportuno de “tus cosas”.
miércoles, 10 de octubre de 2012
Me cansé de lo efímero
Ya me cansé de lo efímero, de lo
golondrino, de la falta de garantía. Me cansé del vacío
recurrente, del divino y siempre moribundo paréntesis. No quiero
pago de suscripciones bestialmente altas o renovaciones de contrato
que sepan a cadena perpetua. No pagaré más mensualidades, odiosas
cuotas de miedo como tributo al verdugo autofabricado.
La Sirenita
Ahí estaban sentados a la orilla de la
playa, Ariel y el príncipe Eric, esperando el momento de ser iguales
para compartir su amor eterno. Ante la vista ansiosa de Sebastián,
el cangrejo, quien miraba el reloj una y otra vez, Eric miraba algo
desesperanzado ya la cola con aletas de Ariel, que no terminaba de
convertirse de una vez en el par de preciosas piernas previstas para
cualquier momento. Eric, virando su vista al vestido de encajes que
le había traído a su amada para la ocasión, y que ya comenzaba a
mojarse con la subida de la marea, acariciaba su barbilla como
examinando la pertinencia de la escena. Ella, sentada en la arena,
con medio cuerpo fuera del agua, miraba con ruego de permanencia a su
galán a pocos metros, reposando en una piedra blanca e inmensa,
fuera del agua. Terminó de anochecer, amaneció y salió el sol. El
entusiasmo se había manchado durante la noche anterior y la reflexión
de cada uno de los tórtolos enfrió lo que comenzó siendo un
momento mágico. Sebastián se había ido al amanecer sin
despedirse, aunque sí volteó a mirarlos antes de sumergirse.
Después de esperar una señal de cualquier elemento, y después del
rompimiento de una estruendosa ola, Eric, muy ojeroso y algo adolorido, se acercó a
la sirenita agotada por el vaivén del mar; tomó su mano y se la besó
por última vez, a lo que Ariel contestó, entre triste y aburrida:
“Sí, lo sé. Que te vaya bien, Eric”.
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