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martes, 11 de septiembre de 2012

En este sillón


Lo di todo por sentado. Creí que las cosas que había logrado, lo que tenía, lo que era, deberían ser del modo como eran. No hubo mucho esfuerzo, en realidad. No hubo que perseverar, ni fallar tantas veces hasta alcanzar la meta. No hubo aprendizaje a agradecer. No hubo dolor por pérdidas, sacrificios o decisiones corrosivas. Hoy estoy en este sillón, echándole en cara a todos mis victorias, mi trofeo invicto, pero a decir verdad, sin mucho disfrute. Nunca admiré el milagro que era la vida, mi familia; el haber nacido, encontrarme contigo. Todo por sentado. Todo merecido a priori. Todo me tocó la puerta y simplemente dejé entrar lo que debí salir a buscar al calor del sol, al frío de la noche solitaria, al pasar de los días que no avanzan. Nunca fui atento con el prójimo, porque éste, más bien, debía rendirme pleitesía. Nunca fui respetuoso con el otro, porque éste y aquél debían, más bien, admirarme a ultranza. Pero el mensaje desde niño fue que todo era merecido, que todo vendría, y así ocurrió. En este sillón siento una fuerza imposible que viene desde debajo de esta alfombra, desde debajo de este escritorio, desde debajo de mi piel endurecida por la pose que me anuncia que estoy jodido, que la inteligencia que siempre ejercí no era la correcta; que no pudo serlo porque ahora me siento bastante jodido y sin fuerzas para reconsiderar.

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