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jueves, 6 de septiembre de 2012

¡Cállate, carajito!

Cada vez que gritas “¡Cállate!”, puedes estar matando a un orador. Cada “¡Deja esa eso ahí!”, puedes estar matando a un escultor, a un artista. Cada vez que escupes un “¡Déjame tranquilo!”, podrías estar asesinando a un investigador, a un científico. Con cada “Tú lo que estás es loco, olvídate de eso”, estás estrangulando la seguridad de un ser, su autoestima, y estás fabricando un asocial con la antelación requerida. Cada vez que volteas la mirada, que armas un berrinche a quien merece tu orientación; cada vez que ninguneas a quien no es una persona, sino “sólo un niño”, estás matando al futuro proveedor de bienestar de la sociedad que tú estás muy lejos de ser. Cada vez que estás fastidiado y exhalas un “ay, ahorita estoy muy cansado para eso”, cada vez que no respondes, como si un mojón es el que te hablara, cierras las puertas y ventanas que luego, te lo prometo, vas a suplicar que se abran. Por eso, mi pana, y por muchas cosas aún no dichas acerca de tantos futuros excelentes padres que matas con tus tristes ligerezas, te declaro asesino.

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