De quinientos en quinientos años. De
tanto en tanto la tradición recomienza, se recicla, renace. Nadie
parece notarlo. Entre el silencio o la celebración, entre promotores
y detractores se transmite como por la sangre, como por la piel. Se
convierte en raíz, memoria y tumba para muchos, y en sólo fastidio
y castigo para otros. Y así va pasando en desapercibido cambio que
unos llaman evolución y otros, traición. Al final de cada período
secular, sin que nadie proteste el cambalache perpetrado por goteo,
nos descubrimos, cada día, defendiendo o protestando por algo que
parecía eterno, de siempre, que nunca fue distinto. Parece una
estafa, ¿verdad, chamo? ¿Cómo es eso de que hace cinco siglos no
existía, entre muchas otros tesoros, mi cuatrico tan emblemático,
tan querido por el que ahora desgarro mi pellejo? Creo que alguien no
me dijo la vaina completa...
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