Flor de barranco. Eso es
lo que pareces. Eres una rareza en estos predios. Eres una belleza desconocida,
y como todo lo conocido, apartado. Eres un tesoro invisible, que por falta de
promoción, nadie desea robarte y colocarte en lo más alto. Pero yo sí te he
visto. Yo sí he descubierto todo lo que ninguno de los transeúntes de la
localidad ha podido encontrar. Por tanto, mi acercamiento no tiene competencia.
Por tanto, el proceso de conquista que tendré a bien emprender será de fácil
acometida. Me sentaré en el sillón a la orilla del camino y te veré pasar.
Escucharás, disimuladamente, mis bien dosificadas porciones de piropos, con la
intención de ir socavando tus defensas naturales. Tengo pensado cuidar mi
lenguaje, darte la delantera en las entradas y halarte la silla en la cena. Escudriñaré,
pacientemente, hasta saber tus preferencias y entonces, quemar mis naves y
lanzarme sin regreso a tus brazos, a tu vida. Sin embargo, he notado que no me
ves al pasar… ¿será que no soy yo tu flor de barranco?
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