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viernes, 7 de septiembre de 2012

Dije que un momentico, mi dóctor


Después de ser molestado en tres oportunidades por otro pasajero del vagón que se le recostaba descaradamente, el ya no tan centrado sicólogo caraqueño se viró con cara de resteo y reclamó al fin:
-¡Deja la movedera, pana! ¿Qué coño es lo que te pasa a ti, vale? ¿Cuál es tu peo? ...pero el verdadero peo. No me vengas con que la hora pico, que si la ineficiencia del Estado. Contéstame cuál es tu peo, el que sí te mortifica de verdad. Ni por el carajo vas a responsabilizar tu parálisis y tu indecisión; tus frustraciones por no vivir en el triángulo familiar necesario para saber qué eres, qué necesitas, qué metas te debiste plantearte. ¡No me mires así, como si no entendieras! Seguro tienes tu problemita de autoestima y para disimularlo le restriegas a todos nosotros que pudiste comprar esos aparaticos caros que traes regados por la chaqueta, ¿verdad? ¡Ah, no respondes! De bolas que no respondes. No hay respuesta ante la manifestación de molestia de la colectividad con tu compulsión a llamar la atención, con esa ansiedad causada por tu inseguridad heredada. ¿Qué? ¿Qué dices? ¡No te escucho! Levanta la voz, coño, con la misma fuerza con la que me jodías hace un ratico. ¿Ah? ¿que vas a qué?
Antes de poder articular palabra, el mareado copasajero se estremeció en una contorsión que hizo erupción vomitiva en la cara y pecho de nuestro alterado profesional de la psique.

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