Cuéntame la historia, pero para
entenderla yo. Cuéntamela sin sobresalto, sin exageración que
amenice. Cuéntamela imparcial, sumamente descriptiva. Requiero que
prescindas del análisis tentador. Sí, te entiendo, pero es que
necesito saber la verdad, y no lo que tú crees. Ahora respira,
cálmate ante mi solicitud desesperada por saber, por confiar, por
decidir. Hazte de cuenta que estás entre amigos con tu mismo parecer
y quisieras criticar un poco los hechos que me ocultas en tu relato.
¿Qué pasó? ¿Te me vas a arrechar? Mejor me voy a leer.
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