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domingo, 14 de abril de 2019

Querido Ego

Ego que te ofendes tan facilito, que te defiendes como sea, que acumulas tesoros solo para echárselos a los demás en la cara. Ego que quieres distraerte para concentrarte solo en la realidad de tus deseos. Ego insaciable que no sabe lo que quiere, que te disparas violentamente sin mucho miramiento, que no escuchas mientras no dejas de hablar y hablar, de manotear, de dar ultimátums y de tratar de imponer tu voluntad. Ego miedoso, inseguro, dubitativo, disfrazado con la cara de sobrao, de Mc Giver, de súper heroe autosuficiente y sospechosamente caritativo. Tanto que jodes y no te puedo botar. Tanta vaina que echas y pensar que solo puedo minimizarte en escasas ocasiones de gloria, cuando la conciencia, ese crucifijo draculino que tanto te asusta, aparece y me arrastra hacia la paz. Sin embargo, no te desprecio. A pesar de todas las burras que me has echao pal monte, a veces agradezco que me muestres mis puntos débiles, mis puertas mal cerradas, mis heridas sangrantes manquesea a carajazos. Pero amigotes tampoco somos, ¡no te engañes! He de recordarte siempre que no eres yo, a pesar del latín, a pesar de que a veces me lo creo, a pesar de que a menudo tomas el control y me descontrolas. De todas maneras, Ego, a riesgo de fallar de nuevo, solo te pido una cosa: ¡No me jodas hoy! 

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