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martes, 16 de abril de 2019

Creaciones de letrina

La bomba atómica, segurito, se inventó mientras su creador estaba sentado desalojando su cuerpo, mientras su mente tomaba nota. Claro que la pólvora, las armas de fuego y demás implementos de matar también debieron ser ideadas en un pequeño cubículo, sin mucho oxígeno y hediondo a excremento humano. Pero no solo propinar castigo físico se alimentó de estas condiciones fecales, sino algunos más grandiosos y disimulados también. La revolución industrial y todas sus consecuencias, incluyendo sus servicios a los poderosos y sus efectos sobre el ambiente, se bosquejarían con papel y pluma sobre las rodillas desnudas de alguno, quien aprovechando su soledad, el silencio y su falta de afecto, se metería de lleno en algo que al fin le daría la gloria; todo eso, por supuesto, metido entre la peligrosa volatilidad del metano y el hidrógeno producido por su cuerpo triste, aunque patológicamente prolífico. No cabe duda de que cada uno de los inventos de todos los tiempos no son perjudiciales en sí mismos, sino que necesita la acción retorcida del humano para producir daño; pero tampoco hay que pecar de pendejos y creer que cada uno de los inventores no conocía la naturaleza humana y las posibles consecuencias del uso de su juguetico por parte de las “joyitas” que somos nosotros.

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