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martes, 16 de abril de 2019

Dulce desvarío

Dulce desvarío, ese que se produce en cualquier lugar, en cualquier ocasión, a cierta edad, mientras tienes a los tuyos a la mano. Desapercibido al principio, desconcertante luego y terrible más adelante, cuando te das cuenta de que faltan piezas en tu día, en tu memoria. Pero son cosas que pasan y que es mejor irse preparando porque, en el mejor de los casos, llegaremos a ese momento después de haber sobrevivido a esta tremenda aventura de la existencia. Lo demás son detalles; algunos desagradables, otros culpabilizadores, otros más, frustrantes. Son cosas que pasan y ¿qué tal si lo afrontamos de una manera novedosa, mientras limpian nuestros desastres, nos bañan, nos dan de comer, nos tienen la paciencia de quienes te aman y valoran tu presencia durante sus vidas? Mientras espero mi momento, recuerdo las miradas de mis viejos, de los viejos queridos que, aunque abatidos por sus dolencias e imposibilidades, me reafirmaban cada vez que aún estaban ahí, que eran ellos, que entre manotazo y manotazo dejaban claro que no todo estaba perdido: que la vida, en ese momento, era todavía una realidad por experimentar.

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