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sábado, 20 de abril de 2019

¡Medítelo bien!

—Ya estoy sentado en esta silla del comedor, que es derecha y me permite tener la espalda recta y así estar alerta. Déjame mirar al frente… ¡No! Mejor con los ojos cerrados, así nada me interrumpirá. A ver… derecho otra vez. “¿Aló? No, nada. ¿Puedes esperar quince minutos? Dale, mi amor. Besito”. Derecho, ojos cerrados, atención al cuerpo. Ahí está mi mano derecha… “¡Coño, que quince minutos te dije! ¡No llames!” Ojos cerrados, respiración consciente, atento si viene un pensamiento… “¿Por qué le dirán respiración consciente, si hasta cuando dormimos respiramos?” ¡Epa! ¡Derecho, ojos cerrados! Alerta a los sonidos sin etiquetar nada… “porque es que uno le pone nombre a todo y esa no es la nota” ¡Qué vaina, contigo! Si aparece un pensamiento, deja que pase: no lo evites. Inspiro… expiro… “¿Bajaría la poceta?” Inspiro… expiro… “Parece que está funcionando, porque no se asoma ningún pensamiento o imagen de los Pokemones echando rayos” ¡Hey! ¡Alerta! ¡En silencio! Déjate llevar por tu cuerpo interno que es la entrada a la conciencia. Siente cómo fluye la energía por tus manos, tus pies, tu pecho, tu abdomen. Ya siento la energía… “¿Energía? ¿Se cargaría el celular?”. Voy a ver. Ya vengo. ¡De verdad que esa silla es dura! ¡Uno no se puede concentrar! Eso de meditar como que es pura paja.

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