Si no estuviésemos juntos, si no tuviésemos nada hasta ahora y fuésemos, digamos, vecinos, me asomaría por la ventana para verte cuando salieras o llegaras de la calle. Si no tuviésemos lo que tenemos ahora, buscaría una excusa, digamos, barrer el porche, sacar el perro o lavar el carro, para saludarte de cerca. Si nuestra juntura nos hubiese sido negada hasta ahora, iría a tu casa a llevarte algo que no era tuyo o a pedirte un poquito de azúcar −manque fuese yo diabético−. Te perseguiría a la panadería, al mercado, a la farmacia, para buscarte conversa y buscar en tus ojos alguna señal de reciprocidad, de autorización para avanzar un poco más. Si no nos conociéramos como ahora, si no abrigáramos aun lo que sentimos ahora el uno por el otro, seguro yo haría lo posible porque ocurriera, y conociéndote como te conozco, sé que harías lo posible por no arriesgar tu reputación y le darías largas a mi intento, pero ya ves, mi ya viejo amor: yo ganaría.
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