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jueves, 5 de marzo de 2020
Llámame, pero bien.
Llámame
para decirme que estás bien. Llámame esta vez para aclararme que la cosa se
había complicado, pero que te moviste y ahora estás tranquilo. Llámame, chico,
para preguntarme cómo me siento, para ponerle solución al problemita ese del
que sabemos. Llámame a buena hora, en tu mejor momento, para compartir algún
descubrimiento que hiciste durante el día y que te ayudará a resolver muchas de
las cosas que hasta ahora te aquejaban. Llámame para plantearme una duda y una
visita con café. Llámame para algo bueno, o en su defecto, para contarme cómo
es que conservas el entusiasmo y la esperanza en medio de la crisis. Llámame para
proponer, para celebrar, para llorar, si es el caso, pero que sea con la
intención de salir adelante. Si no tienes ahorita ganas de ninguna de estas
llamadas y prefieres conservar tu disfraz de nube gris, por favor, no me
llames.
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