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miércoles, 4 de marzo de 2020

Resistirse a la vida real

Llegó el ser humano con la pretensión de dominar la vida, de someterla a sus antojos, de resistirse las leyes que la rigen, ignorando las consecuencias de tal despropósito, pasando por alto la temporalidad de todo lo que hay en ella: de su propia salud, de sus propios objetos, de su propia existencia. Fue así, pues, por la ilusión de dominar lo indómito, de canalizar fuerzas mucho mayores para un supuesto provecho, que levantó castillos y monumentos sobre el barro, y ante la inminencia del hundimiento, intenta echarle la culpa a los demás, a lo demás. La ficción desechó la responsabilidad para siempre. Esa ilusión enceguecedora se erigió sobre la razón, sobre lo que es como es y seguirá siendo a pesar de los caprichos, le hará terminar su vida cansado y vencido por ese caudal todopoderoso, frustrado por no haber logrado la empresa demente de dominar todo cuanto le rodea, sin haber comprendido que era solo una pequeña parte de algo inmenso, fluido, perfecto; una partícula minúscula y atrevida, aparentemente inteligente que siempre falló y seguirá fallando en su cometido.

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