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martes, 24 de marzo de 2020
Sarna con gusto no pica
Sarna
con gusto no pica. Y uno se pregunta, ¿para qué tener sarna? La vida se nota
algo loca si uno ve la preferencia del alivio momentáneo y efímero a la cura
definitiva, aunque pasajeramente dolorosa. Sarna. Enfermedad. Encontrar el
medicamento adecuado para nuestras dolencias nos da un fresquito y nos
alegramos, llamamos a nuestros familiares y amigos y les damos la buena
noticia. En ese mismo momento nos desvinculamos espectacularmente, como por
arte de magia, de la causa de la dolencia y de la relación que puede tener con
nuestro estilo de vida —que no debe ser ninguna maravilla—. Comienza entonces
un tobogán de locura que no ve más allá del paliativo, del pañito caliente, del
tómate esta cosita que es una maravilla.
La salud mental no marcha muy lejos de ese esquema, en el que preferimos pensar
otra cosa distinta a resolver nuestros asuntos pendientes con nosotros mismos,
con nuestros seres no tan queridos, y que por algún tipo de castigo omnipotente,
se refleja esa evasión constante en la salud del cuerpo aquel, el de la
pastillita, el de la enfermedad crónica, el que grita en silencio mientras
muere. Entonces, ¿Sarna?… ¿por qué no?
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