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sábado, 21 de marzo de 2020
Necesito creer
Debo
creer en lo trascendental porque si no la vida no vale la pena. Debo creer
porque si no la existencia resulta ser una parcelita de dolor y distracción sin
tanto sentido. Debo creer porque el amor humano tiene tanto hueco que termina
por no bastar. Debo creer porque la vida parecería un pescado sin cabeza ni
cola, que cuando lo sirven nunca se sabe qué es, de dónde vino ni qué sentido
real tiene. Debo creer porque hay momentos raros que no obedecen las reglas de la
empresa, de la familia, del grupo; momentos que no son de este mundo y parece
que hay una cortina detrás de la cual se podría echar un vistazo para
descubrir, tal vez, lo que nos gobierna realmente; ver por primera vez la
dimensión total, democrática, permeable de ese romanticismo recortado y
peligroso en el que nos embarcamos como niños inexpertos y salimos con las tablas
en la cabeza. Debo creer para no seguir atornillado en este mar tormentoso de
sueños inducidos, de éxitos que producen cáncer, de haceres eternos que no
permiten disfrutar del paisaje que pasa irreversible a mi lado. Debo creer para
no declarar la satisfacción desierta, el esfuerzo infructuoso; para no caer en
el vacío cada noche, durante cada silencio, en cada oscuridad que se me
atraviese. No sé ahorita qué nombre le pueda poner a esta creencia necesaria,
pero lo cierto es que necesito creer para no seguir en esta inconformidad que
grita, viviendo este fraude de lucecitas que se repite día a día, estos
proyectos que fallan invariablemente, estas utopías que solo sirven para caminar…
estoy cansado de caminar.
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