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lunes, 16 de marzo de 2020
Me duele la mente
Me
duele la mente. Ya se dio por vencida. Ya el portento de instrumento se cansó y
pidió cesantía. No bastaron las vacaciones anuales. A falta de problemas
reales, como bajar una manzana de un árbol alto, matar un venado para comer o
aparearse para reproducirse, se dedicó hace tiempo a inventar cosas cada vez
más complejas, como la rueda, el carro, el cohete, la neurosis y el sufrimiento.
Pero llegó al llegadero; se reventó porque ninguno de esos inventos
deslumbrantes lo llevó a mejor puerto. Ante el deseo imparable producido por un
vacío interminable, creó maratones sucesivos y entre el esfuerzo y el logro,
sumando, cada vez, poco más de cero en una aritmética que nos antoja ridícula
ahorita, cuando nos ponemos sinceros, cuando la crisis se estacionó y al notar lo
absurdo de nuestra situación, otrora exitosa, salió a flote el grito “¡no juego
más!”, dijo el encargado de nuestras decisiones y dejó el local al verdadero
dueño. El ego se hartó y se bajó del vagón que manejaba, dejando esto abandonado.
Acaba de comenzar el milagro…
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