Estar en el sistema mientras se critica al sistema. Qué incómodo estar disfrutando de los cristales y espejitos por un lado mientras se exige respeto por el otro. Harto maluco, eso de gozar los objetos sin importar su proveniencia y por otro lado se grita con pancartas cómo es que hay que considerar al señorito. Feo, lo de soñar y esforzarse por obtener un producto mágico y mediático, lindo y espectacular mientras se vive en la pobreza, en la incertidumbre o en la embriaguez permanente y sin más propósito que acumular artículos que no te acarician. Claro que he escuchado esos argumentos brillantes, modernos, inventados para justificar la infelicidad rampante, la ilusión que se desinfla cada día con cada clic o cada apretón hipnótico al control remoto. Vamos a aclarar las cosas: o te humillas disimuladito, o te haces el loco como yo o te mudas de una vez a la cueva, pero me tienes jarto con ese culipandeo que traes y que deja ver tus costuras, mientras me cuentas tus historias de éxito personal.
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