Cazador de lo ajeno. En eso me convertí. Trabajo, adquiero, tengo. Tengo y tengo, pero siempre estoy mirando donde el vecino. Acumulo cosas, destrezas, conocimientos, pero es que no es suficiente. Quiero más, siempre más. No es que no me guste ya lo que he logrado —este museo material y metafísico lleno de símbolos de estatus y posición—, pero es que el avance, el progreso, dictan una meta más, siempre una más que va acumulando un sinfín de bienestares de papel que inexplicablemente se van desvaneciendo en mi mente con las semanas. No puedo ser conformista, no señor; debo siempre mirar adelante, a los lados y ser el mejor, descollar como más eficiente logrador de todos. Esos serán los demás que se la pasan pendientes de los “pequeños detalles”, como si no hubiese vitales mecanismos por inventar, continentes por descubrir y llegar a ser ese prohombre que estoy cultivando… solo.
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