No era yo cuando lo hice. No era yo cuando lo cometí. No siento que haya sido yo. Tenía mi misma cara, mi mismo nombre, mi misma voz, pero en ese momento no sabía lo que ahora sé, no sentía lo que ahora siento, no amaba lo que ahora amo. Era un estadio de mi vida en el que la pasión sin riendas gobernaba mis pensamientos, mis creencias, mis decisiones. Ahora veo hasta con espanto lo que hice y lo que dejé ocurrir. Según mis perspectivas actuales, eso ya no es posible, no es concebible. De verdad, mira, no puedo hacer nada además de armarme de valor y honestidad y pedirte perdón. No puedo solucionar ninguna de mis infracciones porque ocurrieron en el pasado. No puedo hacer esa magia de arreglar lo que ya no existe, lo que de hecho pereció. Si quieres, lo hablamos por esta última y remota vez. Podría ser, incluso, que te deshagas en reclamos e insultos y lo entenderé porque fui yo quien te infligió todo ese daño. Lo que no puedo prometerte, como dije, es resolver todo el sufrimiento que has mantenido encerrado dentro de ti y sobre el cual también tienes responsabilidad. De pana, hazte el favor de perdonarme y perdonarte, entre otras cosas, porque no tienes que permanecer estancada en la persona herida de aquellos tiempos. Deja de luchar.
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