Parece evidente que necesitamos el estímulo negativo que brindan los problemas para seguir adelante. Lo bueno y lo muy bueno es escaso, y la tranquilidad, a falta de profundidad, se torna aburrida. No lo dudes: al primer peo que te pase por enfrente, sal corriendo y te le cuelgas sin soltarlo, por el tiempo que puedas, hasta que sientas de nuevo ese dolorcito en la boca del estómago. Aunque no puedo distraerme mucho porque cuesta plata y se acaba rápido, las dificultades, sobre todo las ficticias, me distraen tanto que hasta paso días quejándome, criticando, acusando, juzgando cualquier situación, cosa o persona y descubriendo, cada vez, que todo es culpa de los demás y que yo no puedo hacer nada al respecto, sino seguir con el taquititaqui.
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