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jueves, 1 de julio de 2021

El arte de ayudar a los demás

Ayudar al otro, al prójimo, no es tan sencillo; parece y emociona, pero no lo es. Parece ser un arte que hay que ir afinando hasta que la obra terminada resulte la adecuada. No es que vamos a saltar sobre quien “sabemos” que necesita y le proveeremos de comida, medicina, compañía o información, y mañana a esta hora todo se habrá encaminado: No. Hay tanta posibilidad de que termines molestando al otro y logrando que te cierre la puerta en la cara, o bien que no te entienda o al menos te escuche. No. En ambos casos te asaltará la frustración porque “no te paran ni un poquito de bolas, esos desconsiderados”, y ni hablar de la gratitud que tanto esperas. Hay una corta y delgada línea que separa ayudar a los demás de cuidarte tú mismo, y a esa línea sí que hay que prestarle atención. Si no logras obtener el interés del otro respecto de su necesidad y la solución que propones, puedes enturbiar la imagen propia y del otro a fuerza de críticas destructivas. Por otro lado, si hostigas al otro hasta su límite y te rechaza finalmente, tu motivación por ayudar a los demás puede verse lastimada y entonces sí que habrá una gran pérdida para todos. Así que, mi pana, sigue intentando. Afina el instrumento, conoce el límite después del cual presionas demasiado, todo bajo la perspectiva del amor y podría esperarse que en algún tiempo seas el servidor con amor propio más eficiente que conoceremos.

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