Viviendo al límite. Navegando entre la superficie y más abajito, a veces con la cabeza muy sumergida para mis gustos, lucho sin cesar contra la corriente. Hay momentos en los que floto en silencio, disfrutando de los aprendizajes recolectados en tiempos aciagos, pero la brevedad hace lo suyo. A veces puedo ver la orilla a poca distancia y al minuto siguiente desaparece para dejarme aquí, donde estoy ahorita, sin opciones, sin decisión ni entretenimiento. En medio de este zigzagueo vertical, cuando toca sumergirme, me convierto en un animal desconsiderado cualquiera. Abuso de todo lo que tengo a la mano, pero nada me satisface. Destruyo poco a poco cada ayuda prestada, cada mano extendida, cada posibilidad sospechosa. De pronto, una cachetada de bondad, de buena compañía ocasional me regresa al carril, no del optimismo ya tan pasado de moda, sino a cierta paz del momento que me satisface totalmente, de nuevo. A ver qué me depara este bamboleo, esta dualidad tan brusca que me da por catalogar de “mala”.
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