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viernes, 24 de mayo de 2019

Yo quería perdonarte

Quería perdonarte, pero no podía. El asunto no era tan sencillo como solo quererlo. Quería perdonarte, pero es que no podía olvidarme del daño que me habías hecho; la rabia por tu traición permanecía vivita y coleando. Siempre creí que con quererte bastaba, que con amarte bastaba, que todo mejoraría, pero parece que había un requisito secreto con el que no contaba que impedía mi perdón sincero, cabal, definitivo. Hasta ese momento, hubo algunos intentos de indulgencia para con tus pecados, pero resultaron en estruendosos fracasos. De cualquier manera, de alguno modo y a veces por aparentes tonterías, mi ira se despertaba y te volvía a mandar para el carajo. Esos tiras y encoges, esos zigzagueos, me llevaron inevitablemente a la extenuación, y decidí apartarme definitivamente de tu lado. No fue sino mucho tiempo después, ya desechos los nudos por la acción del amor propio, y ya montado en mi nuevo camino, que pude verte, saludarte con cariño y hasta divertirme contigo desde mi plenitud. En ese momento comprendí que ese perdón que tanto traté de forzar en el pasado había llegado a su tiempo y sin notarlo. Fue después de ese largo transcurso que pude desearte la felicidad —aunque lejos de mí—, ya sin tristezas, ya sin rabietas… sí, tal vez, con un dejo de nostalgia en mi corazón.

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